jueves, 19 de julio de 2012

La Bondad - Valores éticos


Quizás la bondad sea uno de los valores éticos que más apreciamos en los demás y que más nos gustaría que nos rodease por doquier. ¿A quién no le gustaría estar rodeado de gente buena, afable, atenta, alegre, considerada y respetuosa, generosa…?

Como todas las virtudes humanas, es en su manifestación a través de los actos donde se define. Todos sabemos reconocer a una persona bondadosa aunque no sepamos definir la bondad y esta se exprese de infinitas formas.

La bondad nos envuelve en nuestra vida cotidiana mucho más que lo que apreciamos conscientemente, a pesar de que a veces pueda parecer lo contrario. Ella es la base de todo lo bueno que compartimos, es la que hace posible la convivencia, los bienes civilizatorios y la cultura, la generosidad y el esmero en la búsqueda del bien común que nos humaniza. Es, justamente, su ausencia, el egoísmo a ultranza, el que destruye los tejidos que unen y cohesionan la vida.

La bondad es un motor interior que busca el bien en los demás y en nuestro entorno involucrándonos a nosotros mismos. Esa predisposición constante hacia el bien, preocupándose por lo que los demás necesitan, se manifiesta desde el pensamiento, las emociones y los actos, convirtiendo a la persona en un “faro de luz” que emana alegría, seguridad y confianza. Su presencia ilumina, no nos ensombrece. Sembrador del bien, no trabaja con el “¿tú o yo?”, sino con el “nosotros”. Por eso podemos identificar bondad con amor.

Resulta difícil imaginar la verdadera bondad sin reconocer en ella humildad, sencillez y respeto hacia la dignidad del otro. La bondad no es prepotencia ni paternalismo que desde la arrogancia se yergue como hacedor y conocedor del bien. Al contrario, la bondad parece tener mucho que ver con la paciencia (que muchas veces la pone a prueba). Un hombre bueno, por lo general, es paciente, largo en sus expectativas, pues concede a los demás la libertad y margen de error que todos necesitamos en la vida. Una cierta seguridad y confianza interior nacen de su profundo sentido de la vida.

Esa bondad de raíces profundas va unida a la sonrisa fácil, a la afabilidad y a la ternura. Desde la empatía y la generosidad trata de poner alegría alrededor.

La irradiación de alegría y serenidad que produce es fruto de no caer en la superficialidad, de valorar más allá de las exigencias y necesidades de la vida a las personas y a todo lo que nos hace más humanos. Por eso la bondad, la atención, el tacto y la dulzura de carácter que pone de manifiesto, hacen tan fácil la convivencia.

A veces podemos objetar que la bondad ciega causa estragos, sobre todo cuando nos empeñamos en ayudar sin saber las consecuencias o sin tener en cuenta la realidad o libertad del otro. ¡Cuántas barbaridades se han cometido bajo la sentencia: “es por tu bien, lo hago porque te quiero”! Por eso la bondad se complementa con el discernimiento y ambos se conjugan dando lugar a la sabiduría. En este proceso la bondad no pierde sus cualidades, sino que amplía otras poniendo luz a su calor natural.

También, en ocasiones, nos encontramos ante el dilema de ser buenos o justos. Aunque ya abordaremos en otro momento el tema de la justicia, que de alguna manera debe dar a cada cual lo que le corresponde según su naturaleza y sus actos, ¿por qué tendríamos que separarlos ensombreciendo la justicia con la ausencia de la bondad y viceversa?

El amor dulcifica la voluntad y le da formas bellas y afables, además de canalizarla hacia un buen fin. La bondad humaniza la justicia recordándonos que todos somos humanos y que, ultérrimamente, la finalidad de la justicia también es el Bien. Bondad y justicia parece que no solo pueden convivir, sino que deben hacerlo. Siempre me ha resultado muy inspiradora la imagen del modelo de realización como el de aquel ser humano justo, bueno y sabio. Y me pregunto si realmente estos atributos pueden vivir separados para desarrollarse plenamente.

Pero tocando el final podemos cuestionarnos: ¿nacemos buenos o nos hacemos buenos?

Las modernas neurociencias nos hablan cada vez más de una evidente tendencia en el hombre hacia el bien de los demás como algo innato, arraigado incluso en nuestra biología. Es cierto que hay en nosotros otras muchas tendencias hacia la supervivencia animal que podrían anularla, que conviven en nuestra naturaleza impulsos de toda índole. La complejidad en la vida es un hecho natural que exige de una dirección y armonización que la canalice. Pero la bondad parece que nos hace más humanos.

Como todo, podemos cultivar la bondad, cuya raíz parece existir en todos los seres, o dejarla apagarse bajo el peso del egoísmo; alimentar lo que nos humaniza o nos animaliza (con perdón de los animales).

Personalmente creo que, en la medida en que tratamos de potenciar las semillas de la bondad en nosotros, las flores que se abrirán en nuestra vida a través de nuestros actos, de nuestras actitudes, nos aportarán cada vez más serenidad y felicidad. Como decía Platón: “Buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.
http://reflexionesdiariasdelavida.blogspot.com/2011/10/la-bondad.html

sábado, 14 de julio de 2012

Reflexión sobre la Soberbia


Inspirado por la necesidad que tenemos de erradicar la Soberbia de nuestras vidas, me permito hacer esta reflexión, con el propósito de que nos ayude a localizar su origen en nuestra vida y así poder trabajar en la humildad, tal como nos lo pide el Señor.

Definición Enciclopédica.

Soberbia (del latín superbia) y orgullo (del francés orgueil), son propiamente sinónimos aún cuando coloquialmente se les atribuye connotaciones particulares cuyos matices las diferencian. Otros sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, etc. Como antónimos tenemos: humildad, modestia, sencillez, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.

Quiero aquí citar parte de la definición de Soberbia incluida en el documento de la “sanación de la Soberbia del Padre Higinio Lopera:

La soberbia es el más grave pecado contra Dios, contra el prójimo y contra sí mismo. El hombre se hace autónomo desconociendo su condición de creatura.

La soberbia fue el primer pecado que se cometió en los tiempos inmemoriales con Satanás que se reveló contra Dios llevando se consigo a otros ángeles, y el mismo, ya en el tiempo del hombre, lo llevó al primer pecado de rebeldía, de autonomía, de auto dependencia, de autodominio.

Es lo que Dios nos hace ver en su palabra desde el capítulo 3º del Génesis. La soberbia está a la raíz del pecado original y por eso es la fuente y raíz de todos los pecados, y es por lo tanto la puerta para todo otro pecado; por eso también es el primer pecado capital.
La soberbia es fuente de muchos delitos; por eso se ora al Señor: “Guarda a tu siervo también del orgullo no sea que me domine; entonces seré irreprochable, libre de delito grave” (Sal 19, 14).
Vanidad, vanagloria, sobre autoestima, ostentación, hipocresía, jactancia, celos, violencia, rencores, prepotencia, son algunos de los vicios que engendra la soberbia.
Mientras más se tenga en el corazón es mayor fuente de pecados: los humildes pecan poco, los soberbios demasiado.
Nuestras actitudes.

Luego de aclarar algunas definiciones y conceptos sobre la soberbia, he detectado algunas actitudes y posiciones que nos llevan a ella, las cuales enumerare a continuación:
· Sentido de Identidad o identificación.
· Sentido de posesión o dueño de algo o alguien

· Sentirse superior.

· Sentirse con derechos adquiridos

· Sentirse indispensable, único etc.

· Tener la Razón.

Analicemos cada uno de ellos, con el propósito de entender su significado y como pueden llegar a activar la soberbia.
El sentido de identificación es que permite identificarnos con alguien, algo y nos da un sentido de pertenencia, por ejemplo yo soy Hernando, yo soy Colombiano, yo soy ingeniero, etc. Y con cada “etiqueta que nos agregamos afianzamos ese sentido de identidad, tenemos muchas dependiendo de muchas cosas a que grupos pertenecemos, y con que nos identificamos (católicos, y dentro del catolicismo a que comunidad etc., etc.)
El Sentido de posesión nos hace “dueños” de algo o alguien, podemos ser dueños de bienes materiales como una casa, un carro y tomamos como propios nuestra esposa o esposo, nuestros hijos, o pueden ser bienes no materiales como sentirnos dueños de la “verdad, del conocimiento absoluto en un tema etc.

El “sentirse Superior a”, nos hace creer que tenemos más privilegios que los demás, mas sabiduría, más conocimiento, más santidad, mayores abolengos, etc.
El creer que tenemos derechos sobre algo o alguien, a veces estos derechos son dados por el medio en que vivimos, la sociedad, por las reglas con que vivimos y nos movemos. etc.
El sentirse indispensable, único que sin nosotros nada funciona correctamente etc.
El creer que “en este caso” tenemos la razón y todos los argumentos para imponer nuestro criterio,
Todos ellos (quizá en su caso Usted pueda identificar algún otro), se combinan y forman parte de nuestra identidad y posición frente al mundo y frente a los demás.
LA ESTRATEGIA DEL DIABLO.

Ahora debemos analizar como el diablo actúa frente a esta condición y como aprovecha esta identificación.
Primero que todo debemos revisar la estrategia del diablo a nivel general, debemos tener en cuenta quien es cuáles son sus objetivos y como actúa.
Sabemos que el diablo es el enemigo declarado de Dios y por tanto de su misión, que es el dueño del mundo: a él se lo dieron, recordemos las tentaciones de Jesús en el desierto (Lc 4, 5-7); el diablo también es dueño absoluto del infierno y busca siempre aumentar su sequito.

Por tanto el Diablo buscará siempre que en el momento de tu muerte te encuentres en pecado Mortal, pero como no conoce este momento, ni la hora ni el día buscará afanosamente que siempre te encuentres en pecado mortal cuando tu final llegue, para ello usará cual herramienta, subterfugio, trampa o condición para lograrlo. Al fin y al cabo su astucia y experiencia excede la de cualquier mortal. Esto lo podemos ver en un juego de probabilidades, si a través de la vida nos mantenemos más tiempo en pecado y encadenados a Satanás, mayor es la probabilidad de parar en el infierno, a su vez si por ejemplo el 80% del tiempo nos mantener en santidad, confesados, habrá menor probabilidad de morir en pecado, por ello es tan importante luego de la caída “correr” a realizar un acto de contrición puro y pedir el perdón del Señor.
El diablo nos conoce, nos ha estudiado por años, conoce nuestras flaquezas, nuestras debilidades y sabe en qué y en donde somos más vulnerables y siempre estará atento a sorprendernos en nuestra debilidad, es como el que va a jugar un partido de futbol, debe conocer a su adversario, sus flaquezas, sus limitaciones etc. Estamos en guerra, y luchamos cada batalla. Cada vez que estamos expuestos a una tentación, una batalla se inicia entre la legión angelical y la legión diabólica, el resultado dependerá de donde nos encontremos y de qué lado nos ponemos, esto define el resultado final, si nos inclinamos al mal estaremos del lado del diablo y de su legión, No podemos jugar en ambos bandos.
Estrategia para la Soberbia.

Ahora vamos a revisar la estrategia diabólica en el caso de la soberbia y como aprovecha cada identificación nuestra frente al mundo.
Muchos de los conceptos que traigo arraigados dentro de mí, obedecen a conceptos de separación, mientras más me sienta separado de los demás más oportunidades tiene Satanás de usarla en mi contra. Es allí donde empezamos a equivocarnos.
Para comenzar mi identidad personal y cada “YO SOY” que utilizamos inicia este proceso, es la forma como nos sentimos individuales y separados de los demás.
El Yo soy Hernando, Yo soy Ingeniero, soy católico, soy carismático o pertenezco a la comunidad X o Y, hincha del Barcelona, etc. Esto, crea una identificación única y concreta de mí ser, pero a su vez me separa de los demás.
Con cada “yo soy” que agregamos a la lista, más barreras colocamos entre nosotros y los demás.
Veamos como la identificación trabaja y como es aprovechada por el diablo:
Separación debida a la nacionalidad y el patriotismo.
El creernos “colombianos, españoles, etc. Identificación que inicia desde muy pequeños, crea en nosotros una separación con relación a los que pertenecen a otras nacionalidades, lo cual es utilizada para hacernos actuar en cual o tal modo de acuerdo con la conveniencia. (Ej. Problemas fronterizos, guerras etc.), Este mismo concepto es aplicable al apreciar, despreciar o menospreciar a los que nacen en otras regiones, lugares, sean o no de un mismo país.
La soberbia sale a flote cuando nos sentimos “ofendidos” debido a que nuestra “soberanía” está siendo afectada y es cuando sentimos como propia la ofensa.

Igualmente si nos sentimos separados por otros conceptos como sexo, raza, posición social y económica, estudios, edad, etc. Estamos propensos a sentirnos ofendidos por estas diferencias y allí nacen radicalizaciones como el feminismo o el machismo, el sentirnos superiores o inferiores a los demás en lo económico, lo social o lo profesional, en el racismo y sus derivados al separarnos por color o alguna otra característica, no olvidemos que la segunda guerra mundial se fundamento en la diferencia racial entre los Arios y los Judíos.
En general cada cosa que nos separa de otro ser humano, puede inclinar la balanza y hacernos llenar de soberbia.
Así nos separamos porque “no tienes la misma religión que yo”, o los mismos abolengos que yo, porque pertenecemos a diferentes grupos dentro de la comunidad, o somos hinchas de distintos equipos de futbol, (cuántas muertes han causado las trifurcas entre hinchas de dos equipos enfrentados en las tribunas) y tantas otras cosas.
Las posesiones y el sentirnos propietarios de algo o alguien, en igual forma nos separa de los demás, por ejemplo los celos es un acto en el cual nos sentimos ofendidos debido a que alguien a “osado” mirar o tocar nuestra posesión, somos capaces hasta de matar a otro ser humano por dicha ofensa, la cual puede ser el mirar a “MY mujer”, intentar apoderarse de un objeto de mi propiedad, etc.
La soberbia nos hace creernos superiores a los demás ya que pensamos que nuestro valor está asociado al poder, la fama, nuestro prestigio, nuestros títulos y estudios, nuestra dignidad o gobierno y muchas otras cosas, y cuando alguien que consideremos inferior nos desafía reaccionamos airadamente llenándonos de soberbia.
Basta pensar en que alguien de una posición social inferior no nos mire con la dignidad que deben tener según nuestro criterio para reaccionar negativamente.
Este sentimiento de superioridad nos hace creernos únicos, indispensables, de mayor valor y el de poseer derechos a los cuales a otros no se les concede y es cuando la intolerancia, la vanagloria, el orgullo, los celos, la Vanidad, el egocentrismo, la elevada autoestima, la hipocresía, la prepotencia y el rencor hechas raíces en nuestro corazón.

Los derechos que consideramos adquiridos, también causan estragos similares en nuestro corazón, muchas de las reglas establecidas en nuestra sociedad que sirven para regular un servicio por ejemplo, se pueden convertir en actos de soberbia cuando sentimos que estos derechos han sido violados.
El que alguien pase un semáforo en rojo cuando nosotros tenemos derecho a la vía, nos habilita para llenar de insultos y ofensas al infractor, o el no respetar el derecho que adquirimos al hacer una fila en un banco causa que hagamos un gran alboroto y nos sintamos ofendidos.
La soberbia aparece cada vez que dejamos aflorar y damos cabida a cualquiera de estas circunstancias que obedecen a “tentaciones” del diablo y nos rendimos a su poder.
El tener “la razón en algo” puede generar conflictos cuando existen diferencias de opinión, allí la soberbia aparece levantando la voz y ofendiendo al interlocutor.
En esta forma el diablo siempre está presto a aprovechar esta identificación para causar que nosotros inclinemos la balanza a su favor y caigamos en pecado.

LA RESPUESTA DE DIOS.

Ya hemos visto cual es la estrategia del diablo y que es lo que busca, ahora vamos a ver cuál es la respuesta de Jesús a cada una de estas condiciones.

Primero que todo, el Señor en su infinita misericordia espera que nosotros nos encontremos salvos al momento de nuestra muerte y siempre está presente “haciendo “fuerza” por nosotros”, sin embargo él nos ha dado el libre albedrio para permitirnos decidir.

Sabemos que por ese amor tan grande hacia nosotros Dios, nos envió a su hijo para redimir nuestros pecados y para enseñarnos a actuar y comportarnos en la forma correcta.
En las enseñanzas de Jesús, siempre encontramos formulas y reflexiones que nos ayudan a encontrar la verdad, para tomar las decisiones que nos lleven a la vida eterna.

La respuesta de Dios contra la Soberbia.
El nos ha dicho “yo soy la verdad y la vida y soy el único camino para llegar al padre, por ello la unión en Cristo nos permite salvar todos los obstáculos que nos crean los conceptos de identificación y de separación del prójimo.

Comencemos con: Romanos 12, 5 “sí también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. “
Igualmente en 1 Corintios 10, 17 encontramos:
“Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.”
Una y otra vez la Biblia nos muestra como somos Uno solo en Cristo y que nuestro concepto de separación obedece a una estrategia, del demonio, en donde desde la misma creación del mundo con la caída de Lucifer, se inicio el proceso de la separación del creador.
Por tanto debemos empezar a No crear escusas para sentirnos separados de los demás, por el contrario debemos estimular nuestra mente a encontrar similitudes con los hermanos para sentirnos más unidos a ellos.
Mi sentido de superioridad también es tratado por el señor en muchas ocasiones veamos algunos ejemplos:
Marcos 9, 35.
“Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»”
Aquí, el Señor nos indica claramente la humildad que debe regir nuestros corazones constantemente para evitar el sentirnos superiores a los demás, igualmente en:
Lucas 14, 7 -11.
“Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: 8 «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, 9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a éste”, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. 10 Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. 11 Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»”
Aquí el Señor claramente que la humildad debe ser en nosotros un puerto fijo de destino para evitar estos sentimientos.
Nuestro sentido de posesión y de dueño del mundo es tratado por San Pablo, así:
1 de Corintios 6, 19
“ ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?

Nuestro cuerpo es un “préstamo” del señor que nos permite vivir plenamente y es el templo del espíritu, debemos cuidarlo y administrarlo correctamente ya que no nos pertenece.
En Mateo 25, 14 – 30, en la parábola de los talentos, el dueño de la hacienda (el Señor), encomendó a tres de sus siervos (Nosotros) a administrar unos talentos (bienes materiales, un cuerpo físico, dinero, propiedades, estudio, prestigio, fama, poder etc.) y se ausento, y a su regreso pidió cuentas de lo que cada uno hizo con ellos.
Así, parece lógico pensar en que cada cosa que creemos poseer, no es más que un bien dado en administración.
Enseguida el señor a continuación en Mateo 25, 35 al 36, nos invita a la generosidad, como parte de la buena administración que debemos dar a estos bienes.
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; 36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.”
O nos invita a restarle tanta importancia a los bienes materiales y a darnos cuenta de la banalidad del mundo.
“Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. 31 Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa.”
Debemos empezar a pensar seriamente que nada se nos da por meritos propios, que todo es dado por el Señor porque esa ha sido su decisión. Basta con mirar por ejemplo cuantos atletas se preparan toda la vida, con duros entrenamientos y grandes sacrificios y solo uno llega a ser el ganador? muchas veces vemos que hubo otros que hicieron mayores esfuerzos y mayores sacrificios y nunca ganaron.

La única forma de evitar la soberbia es practicando asiduamente la humildad, la tolerancia, el amor fraterno y la unidad en Cristo.

Sugerencias, para una estrategia Personal.

Ya que tenemos una tendencia natural a la separación podemos empezar a pensar en forma diferente.
Como respuesta al “yo soy” que nos identifica con el mundo, podemos utilizarla cambiando de la identificación al mundo con una identificación cristiana, por Ejemplo:
Yo soy Hijo de Dios y me llaman Hernando, Yo nací en el corazón de Jesús, en Colombia.
Así rompemos el esquema mundano de pensamiento y nos reconocemos primero en el Señor y luego con nuestra posición mundana, Note que evito decir “Yo soy colombiano”, o Yo soy Hernando.
Con cada sentimiento de separación posicionemos en las palabras de Jesús y los evangelistas, donde una y otra vez nos repiten, que somos un solo cuerpo en Cristo.
Por Ejemplo cada vez que entremos a un sitio público pensemos, en que somos los servidores del lugar y con humildad sintámonos como el último y el que tiene los menores privilegios.
Los sentimientos de superioridad pueden ser aplacados, con los pensamientos y el ejemplo de humildad que Jesús nos da, en donde la humildad inicia desde su nacimiento en un pobre pesebre, naciendo sobre la paja y termina en una cruz, blasfemado, insultado y asesinado.

En Mateo 11, 29 y 30 nos dice:

“Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»

Debemos tomar conciencia que tal como Satanás nos ha estudiado y conoce cuando y donde tentarnos, así también nosotros debemos prepararnos para la batalla, aprendiendo de cada caída, analizando cada vez que caemos en tentación, analizando los “porqués”, cuando, donde, como, que pensamientos y sentimientos precedieron al pecado.

Debemos a prender a cargar la cruz y con cada caída, estudiar como el diablo actuó y nos llevo a pecar, este análisis nos permitirá determinar si la soberbia sucedió por nuestro sentimiento de superioridad, de posesión, por creernos con la razón, etc. y realizar los correctivos necesarios para corregir el error.

En 1 de Corintios 10, San Pablo nos dice:

“Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio. 11 Porque, hermanos míos, estoy informado de vosotros, por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros. 12 Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo»,
«Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo».”
En primera de corintios 4, 7 San pablo nos habla de la humildad así:
“Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?”
Trabajemos tal como el estratega que plantea una defensa sólida, porque Satanás utiliza cualquier subterfugio sin respetar nada, así nos encontremos frente al Santísimo allí llegará con la tentación y si triunfa le “restregará” al Señor la victoria en su propia cara y en la nuestra.

Para terminar les dejo con el texto del Sirácida, la cual nos invita a la humildad.

(“Hijo, actúa con dulzura en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor.
Porque grande es el poder del Señor, pero son los humildes quienes le glorifican.
No pretendas lo que te sobrepasa, ni investigues lo que supera tus fuerzas.
Atiende a lo que se te encomienda, que las cosas misteriosas no te hacen ninguna falta.
No te preocupes por lo que supera a tus obras, porque ya te han enseñado más de lo que alcanza la inteligencia humana.
Pues las especulaciones desviaron a muchos, y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos.
Corazón obstinado mal acaba, y el que ama el peligro en él sucumbe.
Corazón obstinado se acarrea fatigas, y el pecador acumula pecado tras pecado.
La desgracia del orgulloso no tiene re medio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio” (Sir 3, 16-29).
“Sea cual sea su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no actúes guiado por un arrebato de violencia.
La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, para ambos es un delito la injusticia.
La soberanía pasa de una nación a otra, a causa de las injusticias, las violencias y el dinero.
¿De qué se enorgullece el que es tierra y ceniza?, ¡si ya en vida su vientre es podredumbre!
La larga enfermedad desconcierta al médico, y quien hoy es rey mañana morirá.
Y cuando un hombre muere, recibe como herencia lombrices, bichos y gusanos.
Principio de la soberbia es alejarse del Señor, apartar el corazón del Creador.
Porque principio de la soberbia es el pecado, el que se aferra a ella difunde iniquidad.
Por eso el Señor les infligió asombrosos castigos, y abatió a los soberbios hasta aniquilarlos.
El Señor derribó del trono a los poderosos, y en su lugar hizo sentar a los sencillos.
El Señor arrancó la raíz de los soberbios, y en su lugar plantó a los humildes.
El Señor arrasó los territorios de las naciones, y los destruyó hasta los cimientos de la tierra.
A algunos los arrebató y destruyó, y borró de la tierra su recuerdo.
No está hecha la soberbia para el hombre, ni la violencia para el nacido de mujer” (Si 10, 6-18).

http://evangelioenlinea.org/Reflexion-sobre-la-Soberbia.html