Son días convulsionados los que estamos viviendo. Males han azotado al mundo, pues a la crisis económica mundial que ha afectado la estabilidad financiera de millones de familias, ahora se nos suma la ya famosa gripe AH1N1 , la cual ya ha cobrado vidas humanas y amenaza con expandirse a nivel mundial.
Ante el peligro inminente, ¿Qué haremos? ¿Cuál será nuestro refugio? ¿Dónde estaremos seguros? La respuesta es clara para todo cristiano: Dios. En Dios estamos seguros y confiados, pues Él cuida a los que le aman, y esta promesa la encontramos en diversos pasajes bíblicos, y resulta especialmente ilustrativo el pasaje que encontramos en el Salmo 91.
Dejando de lado las supersticiones religiosas que a algunos les impulsa a leer este salmo de manera repetitiva como una especie de mantra, o a dejar la Biblia abierta con este pasaje encima del velador, les invito a repasar este hermosa y poderosa palabra de Dios:
“El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo 91:1)
¿Quiénes son los que habitan al abrigo del Altísimo? Los que han recibido a Jesús como único Señor y Salvador de sus vidas, es decir, los que han sido hechos hijos de Dios (Juan 1:12). No todos los seres humanos están bajo su cobertura, y aunque Él tiene sus brazos abiertos para recibir a todos, así y todo muchos no quieren venir a Él para tener vida (Juan 5:40).
“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.” (Salmo 91:2)
La declaración del salmista revela su fe en el Dios que ofrece un refugio seguro como un castillo. Es una convicción que sólo los escogidos de Dios poseen.
“El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.” (Salmo 91:3-6)
Dios es capaz de resguardar a sus hijos de todos los temores que nos pueden afectar, incluyendo lazos o trampas de malhechores, pestes, guerras, pestilencias y mortandad, tal cual estamos presenciando por estos días. Su verdad actúa como escudo protector, y su palabra es verdad, y la verdad es Jesucristo (Juan 14:6). “Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás Y verás la recompensa de los impíos.” (Salmo 91:7-8)
Podrán sucumbir muchos a nuestro alrededor, sin embargo, Dios guardará a los suyos, tal como Dios libró a su pueblo Israel en medio de las plagas de Egipto. Con nuestros ojos veremos el pago de los obradores de maldad. “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación” (Salmo 91:9)
¿Y por qué Dios habría de librarnos? La respuesta está en este versículo: Porque nuestra esperanza no está en los hombres, ni en el dinero, ni en nuestras capacidades personales; sino sólo en Dios. Además hemos permitido al Altísimo que haga morada en nuestro corazón, pues hemos recibido al Espíritu Santo, el cual mora en nosotros, y nuestro cuerpo es su habitación y su templo (1 Corintos 3:16). Si alguno no pone toda su confianza en Dios, ni tampoco ha hecho de su cuerpo templo de su Espíritu, no puede recibir su protección.
“No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.” (Salmo 91:10-12)
Como espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Hebreos 1:14), los ángeles se encargarán de resguardar nuestras vidas, alejando muchos peligros. Así y todo hay algunos “creyentes” con guardaespaldas humanos, pero ¿qué mejor que los ángeles defensores que acampan alrededor de los que temen a Dios? (Salmo 34:7) ¿Quieres un buen guardaespaldas? Teme a Dios y lo tendrás.
“Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón.” (Salmo 91:13)
Dios ha puesto toda potestad a los pies de su hijo Jesucristo, y por Él nosotros somos más que vencedores ante toda fuerza del diablo. Por Cristo, hemos recibido potestad por sobre toda fuerza del enemigo y nada nos dañará (Lucas 10:19) “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.” (Salmo 91:14-16)
Ahora es Dios el que toma la palabra y nos promete ponernos en alto, otorgarnos respuesta a nuestras peticiones (Juan 14:14), su compañía en momentos de aflicción y salvarnos de todo mal. Finalmente veremos la salvación de Dios, y todo esto por cuanto pusimos todo nuestro amor en Él (Deuteronomio 6:5), nuestra confianza y fe en Él, y le recibimos para que hiciese morada en nuestro cuerpo. Para evitar que el virus u otro mal afecte tu vida y a los tuyos, toma todas las medidas recomendadas por las autoridades de tu ciudad, pero aparte de eso, lo más eficaz es que recibas a Cristo como tu único Señor y Salvador de tu vida, y Él te dará su protección, y aún perdiendo tu vida terrenal por cualquier circunstancia, estarás confiado, pues tendrás vida eterna. ¿En qué o en quién tienes tu confianza hoy? ¿Has recibido a Jesús para que sea tu Señor y Salvador? ¿Estás bajo al cobertura del Todopoderoso?
No hay comentarios:
Publicar un comentario