La fuente de las desilusiones está en la actitud que cada uno de nosotros tenga ante los demás. Muchas veces el interés en obtener una respuesta puede disfrazarse de muchas maneras. La mente de cada uno acomoda las circunstancias y habitualmente percibe lo que quiere percibir, pero que no corresponde a la realidad.La felicidad está en nosotros mismos, en la capacidad de enfrentar la vida con una actitud positiva. Si das algo de ti a otra persona y lo haces sin esperar nada a cambio, siempre estarás bien. Si el otro no agradece, no importa, porque no lo esperabas. Y si lo hace, mejor. Pero si nada esperas, no te ilusionas. Y si no te ilusionas, no te puedes desilusionar. No es el otro el que te causa una desilusión, es uno mismo por habernos ilusionado antes.Cuando damos un premio o recompensa a otra persona, o cuando le manifestamos nuestro agradecimiento o reconocimiento, no debe ser a cambio de lo que hará en el futuro, porque es muy posible que hasta te traicione el día de mañana. Hay que hacerlo por lo que ha hecho, y no por lo que hará. Cuando hacemos algo por otra persona, es porque estamos felices sirviendo desinteresadamente. Cuando recompenso a otra persona o cuando le hago un elogio, es por lo que ha sido. No sé lo que será hoy ni menos, lo que sucederá mañana. Pero si mañana toma otra actitud, no me siento desdichado por eso. Mi premio fue por lo que ha sido y de ello no me arrepentiré.
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