jueves, 2 de junio de 2011

El Maravilloso Secreto de las Almas del Purgatorio - Parte II


La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras preguntas

- Sí, por cierto que es difícil describirlos. Pero, dime, ¿Jesús no va al Purgatorio?.

- Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va. Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es la Madre de Misericordia quien da noticias. Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los Angeles están allí: San Miguel... y cada alma tiene cerca a su Angel Custodio.

- ¡Qué estupendo, los Angeles están con nosotros! Pero, ¿qué hacen los Angeles en el Purgatorio?

- Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.

- ¡Oh, qué bello! .María, si continuas a hablarnos de los Angeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra pregunta: tú sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué dicen las almas sobre este tema?

- Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.

- Pero algunos sostienen que una sola vida no es suficiente para conocer a Dios y para tener el tiempo de convertirse verdaderamente, y piensan que eso no sea justo. ¿Que le respondes a tales personas?

- Todas las almas tienen una fe interior; aun si no son practicantes, ellas reconocen a Dios. No existe nadie que no crea totalmente. Cada hombre tiene una conciencia para reconocer el bien y el mal, una conciencia dada por Dios y un conocimiento interior, ciertamente de grados diversos, como sea, sabe distinguir el bien del mal. Con tal conciencia cada ser humano puede llegar a la bienaventuranza .

- ¿Qué pasa con las personas que se suicidan?. ¿alguna vez te visitó una de esas almas?

- Las almas que vienen a mí son sólo almas del Purgatorio. Por lo tanto, hasta hoy, nunca encontré el caso de un suicida que se haya perdido; eso no significa que no las haya. Pero algunas almas me dicen que con frecuencia son más culpables aquellos que han estado alrededor de ellas, porque han sido negligentes o han difundido calumnias.

A este punto pregunté a María si las almas se arrepienten de haberse suicidado, y María me respondióque si, pero me dijo que, con frecuencia, el suicida es una persona enferma. Con todo, las almas se arrepienten porque, apenas ven las cosas a la luz de Dios, comprenden, en un solo instante, todas las gracias que les estarían reservadas a ellas durante el tiempo que aún les quedaba por vivir, y ven todo el tiempo restante (meses o años), y todas las almas que hubiesen podido ayudar ofreciendo el resto de su vida a Dios; y lo que a ellas les causa mayor dolor por su pasado es ver el bien que hubiesen podido hacer y que, en cambio, no hicieron porque abreviaron su vida. Pero, si la causa del suicidio fue una enfermedad, el Señor, sin duda, no lo tiene en cuenta.

- María, quisiera preguntarte si almas de personas de otras religiones, por ejemplo judíos, han venido a visitarte

- Sí, y están en la felicidad. Quien vive bien su fe está en la paz; pero es a través de la fe católica que se gana mucho más para el Cielo.

- ¿Existen religiones que son malas para las almas?

- No, pero ¡hay tantas religiones en la tierra!. Los más cercanos a la fe Católica son los ortodoxos y los protestantes. Hay muchos protestantes que recitan el Rosario; pero las sectas son muy, muy malas. ¡Hay que hacer de todo para salir de ellas!.

- María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio?. (Aquí veo que María alza los ojos al Cielo como para decir: "¡Ay de mí!...").

- Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener respeto por la Eucaristía, y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia están en el Purgatorio por haber descuidado la oración, y su fe ha disminuido; pero es también cierto que muchos de ellos han ido directamente al Paraíso. Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con un sacerdote cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa: "Hubiera tenido que bendecir más", me dijo. "Di a todos los sacerdotes que encuentres que deben bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas bendiciones y conjurarían las fuerzas del mal ".

- Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir verdaderamente según el corazón de Dios?

- Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de recitar cada día el Rosario.

- María, ¿hay niños en el Purgatorio?

- Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.

- Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte. Tu nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que has visto; era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el Purgatorio?

- ¿Por qué?. Esta niñita había recibido de sus padres, como regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que también había recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años había roto su muñeca y entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la veía, fue a poner esa muñeca rota en el lugar de la de su hermana, y a hacer así el cambio, sabiendo muy bien, en su corazoncito, que habría ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba cuenta que eso era un engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el Purgatorio.

Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva que la de los adultos, y es preciso sobre todo luchar contra la mentira; ellos son muy sensibles.

- María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de la conciencia de sus hijos?

- Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante; y luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e instruirlos bien en las cosas de Dios.

- Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas que, sobre la tierra, practicaban perversiones?. Pienso, por ejemplo, en el campo de la sexualidad.

- Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no se han perdido, pero deben sufrir mucho para purifìcarse. En todas las perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la homosexualidad.

- ¿qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?

- Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza de alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel, pues es él, por excelencia, quien combate contra el Maligno.

-¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma, a la pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?

- Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se dice decididamente: "¡Yo no quiero!"

Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera contar que, sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las videntes de Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y ella al infierno lo ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de ir allí, y no es Dios quien los manda. Al contrario, El suplica al alma de acoger Su Misericordia. El pecado contra el Espíritu Santo del que habla Jesús, y que por tanto no es perdonado, es el rechazo radical de su misericordia, y eso en plena luz y en plena conciencia. Yo señalo que Juan Pablo IIlo explica muy bien en su encíclica sobre la Misericordia; pero también en esto podemos hacer mucho, por medio de la oración, por las almas que están en peligro de perderse.

- María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?

- Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento había un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los sacerdotes y hasta de ofender a Dios. No cesaba de maldecir, y yo le dije: "Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡no está bien!". Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de la escalerita, dije sencillamente a Dios: "¡Señor, que esta alma no se pierda!...". Algunos años después el alma de este hombre vino a visitarme y me contó de haber estado a la orilla del Infierno y de haberse salvado sólo por la oración que yo había hecho en aquel momento.

Sí, es extraordinario ver como tan solo un pensamiento, un impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda impedirle de caer en el infierno, porque es el orgullo que hace ir al infierno. Y el infierno es eso: es el obstinarse a decir NO a Dios; pero nuestras oraciones pueden suscitar, en quien muere, un acto de humildad; y sólo un impulso de humildad, por mínimo que sea, tiene tanta fuerza como para hacemos evitar el infierno.

- Un alma me contó: "No habiendo observado las leyes de tránsito, me maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en Viena”. Le pregunté: "¿Estabas preparada para entrar en la eternidad?". "No lo estaba, agregó, pero Dios da dos o tres minutos para que se puedan convertir a cuantos pecan contra de él con insolencia y presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado". El alma continuó con su comentario interesante e instructivo: "Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Es falso: eso se puede decir sólo cuando una persona muere no por su culpa. Pero según los designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún treinta años; entonces hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida". Por eso el hombre no tiene el derecho de exponer su vida a un peligro de muerte, salvo en caso de necesidad. Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no sufrieran más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene para el alma un valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios químicos. En otra ocasión vino una mujer. Confesó: "He debido sufrir treinta años de purgatorio porque a mi hija no la he dejado ir al convento".

- María, ¿no te parece increíble que alguno pueda llegar al punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?

- Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir al Cielo; ¿y saben por qué?. Porque, según él, Dios permite los injustos y las injusticias... Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no Dios. Me respondió: Espero no encontrar a Dios, después de la muerte, porque entonces le romperé la cabeza con un hacha". El tenía un odio profundo contra Dios; pero Dios deja al hombre su voluntad libre; podría impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a cada uno su libre elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la hora de la muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo, ciertamente podemos salvarnos.

- Jesús dijo que es difícil, para un rico, entrar en el Reino de los cielos. Tú, personalmente, ¿has visto a veces casos de este género?

- Sí, si hacen buenas obras, pero obras de caridad, si viven el Amor, entonces pueden llegar a ser como los pobres.

- Y ahora, María, actualmente, ¿te visitan las almas del Purgatorio?

- Sí, dos o tres veces por semana.

- Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los difuntos, se hacen girar las mesas, etc.

- ¡No es bueno!. Con frecuencia es el diablo quien hace mover las mesas.

¡Oh, si, es importante decirlo!. Hay que hacer saber esto a la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas espiritistas aumentan cada vez más...

- Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia entre lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de espiritismo?

- No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su venida; vienen por sí solas, con el permiso de Dios. En el espiritismo, en cambio, se evocan a los espíritus, se los llaman. Pero es el demonio quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de aquél. A veces se presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.

- Tú, personalmente, ¿has sido alguna vez engañada por falsas apariciones?. Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un alma del Purgatorio para hablarte?

- Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo: "No recibas al alma que vendrá después de mí, porque te pedirá demasiados sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer lo que te ha de pedir “. Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad, y yo estaba, por cierto, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro de mí: "¿Acaso no podría ser el demonio quien esté aquí ante mi, y no un alma del Purgatorio?. ¿No será el demonio que se ha camuflado?...". Dije entonces a aquel hombre: "Si eres el diablo, ¡vete de aquí”. En seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el alma que vino luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y era en verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.

- Cuando el diablo aparece, ¿el agua bendita lo hace huir siempre?

- Lo molesta mucho y con frecuencia huye.

- En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo en Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus conferencias y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo escondida. ¿Cómo es que, de la noche a la mañana, la gente ha reconocido que tu experiencia sobrenatural era auténtica?

- ¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.

A este propósito, María me contó varias testimonios. Sería demasiado largo referirlos. Pero, muchas veces, diversas almas han venido a verla para decirle: "Ve a mi familia, en tal pueblo (y ese pueblo ella no lo conocía), para decir a mi padre, a mi hijo, a mi hermano que restituyan tal propiedad, tal suma de dinero, tal objeto que, en tal lugar y en lo de fulano, me he procurado de mal modo, y así yo seré liberada del Purgatorio cuando ese bien sea restituido". Entonces María refería todos los detalles de ese campo, de aquella suma de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así, y las personas quedaban sorprendidas viendo que ella conocía todos esos particulares, porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que aquel bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales hechos que María comenzó a ser muy conocida.

- María, ¿existe un reconocimiento oficial de la Iglesia con respecto al carisma que ejerces hacia las almas del Purgatorio, y también hacia aquellos que son alcanzados con tu apostolado?

- Mi Obispo me ha dicho que, hasta que no haya errores teológicos, yo debo continuar: Mi párroco, que es al mismo tiempo mi guía espiritual, confirma también él estas cosas.

- Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer indiscreta. Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin duda alguna, cuando te toque morir, miles de almas te escoltarán hasta el cielo. Imagino que tú ciertamente no habrás de pasar por el Purgatorio, ¿No es así?

- ¡Oh!. No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque yo he tenido más luz, más conocimiento, y por tanto mis culpas son más graves. Pero espero igualmente que las almas me ayudarán a subir al Cielo.

- Si, por cierto. Y tú, María, ¿estás contenta de tener este carisma, o bien es para ti una cosa pesada y fatigosa todos esos continuos pedidos por parte de las almas?

- No, no me lamento de las dificultades, porque sé que puedo ser de mucha ayuda para ellas; puedo ayudar a tantas almas, y soy feliz de poder hacerlo.

- María, te agradezco, también en nombre de los lectores, por esos hermosos testimonios. Pero consiénteme de hacerte una última pregunta, Para que podamos conocerte mejor, ¿podrías contarnos, en pocas palabras, algo de tu vida?

- Cuando era niña, quería entrar en un convento. Mi madre me decía de esperara a que tuviese 20 años. No quería casarme. Mi madre me hablaba mucho de las almas del Purgatorio y, ya, desde cuando frecuentaba la escuela, esas almas me han ayudado mucho. Entonces yo me decía que debía hacerlo todo por ellas. Terminada la escuela, pensé ir al convento. Entré en las Hermanas del Corazón de Jesús, pero, luego me dijeron que era demasiado débil de salud para poder permanecer con ellas. En verdad, cuando era pequeña, había tenido una pulmonía y una pleuritis. La Superiora confirmó que yo tenía vocación religiosa, pero me aconsejó que entrara en una orden más fácil y esperara algún año más. Yo, en cambio quería ingresar en una orden claustral y en seguida. Después de otros dos intentos, la conclusión fue la misma: era demasiado débil de salud. Entonces me dije que para mí entrar en el convento no era la voluntad del Señor. He sufrido mucho, moralmente, y me decía: "El Señor no me ha mostrado lo que quiere de mí".

Esta espera duró para mí hasta la edad de 25 años, es decir hasta el momento en que Dios me ha confiado esta tarea de orar por las almas del Purgatorio. ¡Me había hecho esperar 8 años!. En mi familia éramos 8 hijos. Yo trabajaba en casa, en nuestra estancia, desde los 15 años. Luego fui a Alemania, como doméstica en la familia de un campesino, y después he trabajado aquí, en la estancia de Sonntag. A partir de los 25 años, cuando comenzaron las visitas de las almas, he tenido que sufrir mucho por ellas. Ahora estoy mejor físicamente.

Habla su confesor y director espiritual.
Habiendo leído, recientemente, un informe sobre María Simma enviado por el Padre Alfonso Matt (director espiritual de la vidente) al Obispo de su Diócesis, considero útil agregar, para los lectores, estas otras breves noticias.
María Simma (la segunda de ocho hijos), ha nacido el 5 de febrero de 1915 en Sonntag (Vorarlberg), en Austria, de una familia pobrísima. El padre, José Antonio (18 años mayor que su esposa, Luisa Rinderer), por varios años se ganó la vida como cuidador y campesino de su hermano. Durante la primera guerra mundial fue cartero, luego obrero vial y bracero, luego jubilado. Con su mujer y sus ocho hijos fue a vivir en una vieja casa que había recibido en herencia de un buen anciano, maestro carpintero. A causa de la gran pobreza de la familia, los hijos, desde muy jóvenes, trabajaron y se ganaron el pan: los varones como obreros y las muchachas como niñeras. María Simma desde su juventud fue muy piadosa y frecuentó asiduamente los cursos de instrucción religiosa organizados por su párroco. Luego debió alejarse de su pueblo para trabajar en varios lugares.

Quería hacerse religiosa pero, como ya sabemos, el Señor ha tenido otros proyectos sobre ella. En el informe del párroco se lee que ella "consagró su virginidad a la Virgen e hizo esta consagración a María en favor sobre todo de los difuntos"; se ofreció a Dios, haciéndolo con voto "como alma víctima, víctima de amor y de expiación". El párroco refiere que en varias ocasiones, y por diferentes modos, ella se ofreció como víctima para ayudar a los difuntos, con sufrimientos voluntarios a veces terribles, gracias a los cuales abrevió las penas de innumerables almas. Además de los sufrimientos ofreció a Dios continuas oraciones, misas y penitencias.

Desde la muerte de su padre, acaecida en 1947, vive sola en la casita paterna y, para proveer a las necesidades de la vida, continúa, a pesar de la edad a cultivar su huertita. Vive así en pobreza, ayudada por la gente caritativa. No pide nada, todo lo hace gratuitamente; y si alguno le deja ofrendas, las envía íntegramente a la Curia, para la celebración de misas, para obras caritativas y, sobre todo, para las Misiones.

Formas de ayudar a las almas del Purgatorio.
El párroco, en su informe, hace resaltar que la acción desarrollada por María Simma no es sólo ayudar, ella misma, a los difuntos, como siempre lo hizo, sino también hacerse celosa promotora de la ayuda de los vivos a las almas del Purgatorio y a los moribundos. En todos sus encuentros con la gente, y también en las páginas de su diario, siempre indicó, con insistencia, los medios de ayuda, pedidos también por las mismas almas: misas, Rosarios, ofrecimiento de los sufrimientos, Vía Crucis, obras caritativas; entre estas, sobre todo, ayuda a las Misiones que, a decir de las almas, son de grandísima eficacia para los difuntos.
Se indican luego medios menores de ayuda que s suscitan nuestra sorpresa y curiosidad, y por eso quiero referirlos, en parte, textualmente:

"EI encender velas ayuda a las almas: ante todo porque esa atención de amor les da una ayuda moral: luego porque las velas son benditas y disipan las tinieblas en las que se hallan las almas. Un niño de 11 años, de Kaiser, pidió a María Simma que orase por él. Estaba en el Purgatorio porque, el día de los fieles difuntos, apagó en el cementerio las velas encendidas en las tumbas y robó la cera para diversión. Las velas benditas son de mucho valor para las almas. El día de la Candelaria, María Simma debió encender dos velas por un alma, mientras soportaba por ellas sufrimientos expiatorios ".

"Echar agua bendita mitiga los sufrimientos de los difuntos. Un día María Simma pasando echó agua bendita por las almas. Una voz le dijo: "¡Mucho más aún! ".

"Todos los medios no ayudan a las almas de la misma manera. Si durante su vida alguno tiene poca estima por la Misa, no le aprovechará mucho cuando estará en el Purgatorio. Si alguno no tuvo corazón durante su vida, recibe poca ayuda. quienes pecaron difamando a los demás deben expiar duramente su pecado. Pero quien en vida haya tenido un buen corazón, recibe mucha ayuda ".

"Un alma que había descuidado de asistir a Misa, pudo pedir ocho Misas para su alivio, porque durante su vida mortal había hecho celebrar ocho Misas por un alma del Purgatorio".

El párroco refiere que María Simma insiste mucho en que se rece para ayudar a los moribundos.

"Segúnlo que dicen las almas del Purgatorio", escribe el párroco, "muchas van al Infierno porque se ora demasiado poco por ellos... María Simma un día vio muchas almas suspendidas en vilo entre el Infierno y el Purgatorio".

He aquí algunas instrucciones:

''Las almas del Purgatorio se preocupan mucho de nosotros y del Reino de Dios (es siempre el párroco que escribe). Tenemos la prueba por ciertas advertencias que ellas dieron a María Simma”.

Las instrucciones que siguen (continúa el párroco) han sido tomadas de sus anotaciones: "De nada sirve lamentarse de los tiempos que vivimos. Es necesario decir a los padres que ellos son los principales responsables. Los padres no pueden ofrecer un peor servicio a sus hijos que consentir a todos sus deseos, dándoles todo lo que quieren, simplemente para que estén contentos y no griten. El orgullo puede así echar raíz en el corazón de un niño. Más tarde cuando el niño comienza a ir a la escuela, no sabe recitar un Padrenuestro ni hacer la señal de la Cruz. de Dios, a veces, no sabe absolutamente nada. Los padres se disculpan diciendo que esto es tarea del catequista y de los maestros de religión”.

Donde la enseñanza religiosa no comienza desde la más tierna edad, la religión no perdura después. "Eduquen a los niños a la renuncia. ¿Por qué hoy se da esta indiferencia religiosa, esta decadencia moral?. ¡Porque los niños no han aprendido a renunciar!. Ellos con el tiempo se volverán descontentos y hombres sin discreción que toman parte en todo, quieren tener todo a profusión. Esto provoca tantas desviaciones sexuales, las prácticas antinatalistas y el crimen del aborto. Todos estos hechos claman al Cielo venganza. Quien desde niño no ha aprendido a renunciar se vuelve egoísta, sin amor, tirano. Por este motive hoy existe tanto odio y falta de caridad. ¿queremos ver tiempos mejores? Se comience por la educación de los niños”.

"Se peca en manera espantosa en contra del amor hacia el prójimo, sobre todo con la murmuración, el engaño y la calumnia. ¿Por dónde comienzan? En el pensamiento. Hay que aprender esas cosas desde la infancia y tratar de ahuyentar inmediatamente los pensamientos contrarios a la caridad. Se combatan rápidamente los pensamientos contra la caridad; y no se llegará a juzgar a los demás sin caridad”.

'"Para todo católico el apostolado es un deber. Algunos lo ejercen con la profesión, otros con el buen ejemplo. No pocos se lamentan que muchos se corrompen por las conversaciones contra la moral y contra la religión. ¿Por qué entonces se calla?. Los buenos deben también defender sus convicciones y declararse cristianos... Todo cristiano debería ponerse a buscar el Reino de Dios y esforzarse en hacerlo crecer; pues de lo contrario los hombres no estarán en condiciones de reconocer el gobierno de la Providencia. La preocupación del alma no tiene que ser sofocada por aquella exagerada del cuerpo..."

Me gusta terminar aquí esta pincelada. Hojeando el informe del párroco (a quien quisiera decirle gracias de corazón), pudimos también husmear entre las páginas del diario de María: hay en ellas una sabiduría que no viene del mundo, sino de las almas que la instruyen... Pues bien, les digo que para mí ha sido un gran placer conocer a María Simma, una mujer cuya vida ha sido donada totalmente. Cada segundo, cada hora de su vida tiene por cierto un peso de eternidad, no solo para ella misma, sino para tantas, tantas almas, conocidas o no, que ella, en varios modos, y con tanto amor, ayudó a liberarse del Purgatorio y a alcanzar la felicidad eterna en el Cielo.


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