sábado, 26 de marzo de 2011

New Age - Gnosticismo de nuestros días

El New Age es una nueva forma de practicar la “gnosis”, postura de espíritu que tergiversa la Palabra de Dios.
(Juan Pablo II)

El Gnosticismo es el nombre colectivo de un grupo de vagas y erróneas filosofías religiosas, las cuales han tratado de competir con el Cristianismo desde los comienzos de éste en el Siglo I, y que fueron condenadas como herejías desde los primeros Concilios de la Iglesia. El Gnosticismo trata de penetrar la esencia misma de la divinidad mediante una serie de enseñanzas y prácticas “ocultas”. Es ésta una tentación que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y que ha resurgido con gran fuerza desde los años 60 hasta nuestros días.

Consiste esta tentación en exaltar la razón humana y atribuirle poderes extraordinarios, apelando a una “sabiduría superior” que sería la verdadera religión y punto convergente de todos los caminos espirituales y místicos. (De la Instrucción Pastoral del Arzobispo de México sobre el “New Age”)

Ya San Pablo, desde el comienzo del Cristianismo nos advertía contra la tendencia gnóstica de pretender penetrar “el secreto de Dios” : “Pido que tengan ánimo... para que logren penetrar el secreto de Dios que es Cristo, pues en Él están escondidas todas las riquezas de la sabiduría y del entendimiento. Se los digo para que nadie los engañe con discursos capciosos ...” (Col. 2,2-4)

Y Juan Pablo II, representante de Jesucristo en la tierra, nos advierte al respecto en su bestseller Cruzando el Umbral de la Esperanza:

“No debemos engañarnos pensando que el renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, esa postura de espíritu que en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra”.

En nuestros días esta desviación se está manifestando de una manera “aparentemente” invertebrada, como “casual”, que puede notarse en tendencias, comentarios y conceptos como los que siguen:

Todas las religiones son iguales... Yo me construyo mi propio esquema de creencias ... Yo creo en Cristo, pero no en la Iglesia... Cristo fue solamente un gran profeta... Todas las creencias se pueden integrar en una sola religión... Re-encarnación... Todo es permitido; nada es pecado... La moralidad reprime la propia personalidad... Meditación a la oriental... Gurúes - Maestros - Mantras... Todo se puede lograr: sólo hay que proponérselo... Dios como energía... Canalización de espíritus ...


Esta lista, que no pretende ser exhaustiva, forma parte de las maneras de manifestarse que tiene lo que se ha dado por llamar “New Age”. Y ... ¡cuántos incautos no están cayendo en estas falsas y peligrosas tendencias!

¡Qué apropiadas las palabras con que San Pablo continúa su Carta a los Colosenses (Cap.2), para representar lo que está sucediendo en nuestros días!

“Cuídense de que nadie los engañe con esa teoría que es una insulsa patraña forjada y transmitida por hombres, fundada en los elementos del mundo y no en Cristo”.

Y así y todo, a pesar de la fe que recibimos en el Bautismo y lo que nos ha sido enseñado, hay muchos que están desviándose por caminos equivocados, engañados con teorías que no son más que patrañas; es decir, embustes y mentiras hábilmente forjadas para atrapar a gente bien intencionada.

Continúa San Pablo: “Tengan por regla suprema a Cristo Jesús, el Señor, tal como se les enseñó. Permanezcan arraigados y edificados en El, apoyados en la fe, tal como fueron instruidos”.

“Es en Cristo en quien habita corporalmente la plenitud de la divinidad”... ¿Para qué entonces buscar esa divinidad por otros lados?

“Por Cristo, que es cabeza de todo poder y autoridad, Uds. han obtenido su plenitud”... ¿Por qué buscar la penitud en otros lados, si Cristo Jesús, el Señor, es nuestra plenitud?.



VOCABULARIO, IDEOLOGIA y FACHADAS DEL NEW AGE

El New Age es un engaño venido del ocultismo, se presenta con muchas fachadas. La ideología que lo sustenta es de origen pagano.

Las ideas y prácticas que constituyen el “New Age” son bien difíciles de inventariar, porque no se presenta este movimiento con una identidad fija, sino con muchas fachadas diferentes. Además, estas fachadas no sólo son muy variadas y confusas, sino que esta corriente surge constantemente con nuevas cosas, nuevas ideas -o ideas viejas convertidas en nuevas- nuevos métodos, nuevas teorías e invenciones. Es decir, es un movimiento teórico y práctico con una capacidad de mutación y de variabilidad realmente asombrosa. De ahí la dificultad en descifrarlo, dividirlo, catalogarlo.

Dice así el Arzobispo de Malinas-Bruselas, Mons. Godfried Daneels, en su Instrucción Pastoral sobre Sectas y New Age (1990): “El New Age es difícil de definir. No es una religión, pero pretende ser religioso; no es una filosofía, pero pretende ser una visión del hombre y del mundo, así como una clave de interpretación; no es una ciencia, pero se apoya en leyes “científicas”, aunque haya que ir a buscarlas entre las estrellas. El New Age es una nebulosa que contiene esoterismo y ocultismo, pensamiento mítico y mágico respecto de los secretos de la vida ... y una pizca de cristianismo, todo revuelto con ideas que proceden de la astrología”.

El New Age emplea un vocabulario que ya forma parte del léxico de muchos, en el cual se incluyen palabras tomadas del cristianismo, del misticismo oriental, de las ciencias, etc.:

armonía, paz, unidad, amor, luz, quietud, energía, ondas, vibraciones, radiaciones, realización personal, toma de conciencia, re-encarnación, karma ...Un vocabulario hecho a la medida de lo que el hombre de hoy desea oír.


Sin embargo, a pesar de toda esta vaguedad, hay varias cosas claras:

La ideología subyacente del New Age es francamente de origen pagano e incluye las siguientes ideas y filosofías:

Panteísmo, Sincretismo, Monismo, Gnosticismo, Teosofía, Esoterismo, Ocultismo, Relativismo moral y práctico, Subjetivismo, Re-encarnacionismo, Idolatría, Misticimo Oriental, Materialismo y Hedonismo, igualación de las religiones, etc.

Las formas y métodos en que se manifiesta incluyen las siguientes:

revalorización e incorporación de doctrinas paganas y diferentes formas de ocultismo, incluyendo el culto satánico; fomento de la brujería, hechicería, adivinación, santería, voodooísmo, fetichismo, astrología; espiritismo -ahora con un nuevo nombre: “canalización” de espíritus; peticiones a “espíritus” especiales, como el “espíritu de navidad”, por ejemplo; comunicación con seres “superiores” (“maestros ascendidos”, “ángeles”, extra-terrestres); juegos espiritistas, como la ouija, etc; neo-chamanismo, curaciones por contacto a través de la “energía universal” y la apertura y estimulación de los “chakras”, o por cristales; poder mental, metafísica, desarrollo de poderes especiales y de la percepción extra-sensorial; técnicas de desarrollo del potencial “ilimitado” del ser humano, cientología, el eneagrama, etc.; técnicas de meditación oriental, yoga, mantras, etc.; supremacía de “gurúes” y “maestros”; modos de adivinación oriental (Ichin, Tarot, etc.)... y muchas otras disciplinas y técnicas venidas del misticismo oriental; estudio del ocultismo a través de la parapsicología; falsos dioses y divinidades, la divinidad masculino-femenina, o la femenina (madre-tierra), etc., etc., etc.

Incorporarse a las ideas y prácticas del New Age puede significar jugar con fuego, estar al borde del precipicio o hundirse en el abismo... tal vez sin darse uno cuenta.

Sólo la Sabiduría -con “S” mayúscula- aquélla que no es mero saber humano y que nos viene dada por el Espíritu Santo, puede mostrarnos el engaño que hay en todo ese mundo venido del ocultismo y ayudarnos a optar por la Verdad plena.

Fuente Homilía diaria.org

Milagro en medio del desastre


Un tornado había devastado el condado de Will en Illinois, Estados Unidos. El panorama era desolador.

Una familia lloraba desconsolada porque el tornado había arrasado su casa, sus vehículos y también a su bebé de tres meses. Sin embargo, en medio del desastre se produjo un milagro. Alguien había reportado a la policía el hallazgo de un bebe en medio de un campo.

La esperanza comenzó a renacer en esta familia desesperada. Aquel bebe era efectivamente su hijo de 3 meses. El niño estaba sano y salvo, sin ningún rasguño. Un reportero, le preguntó a aquel padre si estaba enojado por haber perdido todas sus posesiones. El hombre respondió: "¡No, al contrario, estoy muy agradecido a Dios por el milagro de recuperar a nuestro bebe y porque toda nuestra familia está a salvo!"


A veces no nos damos cuenta que el bien más valioso que poseemos es nuestra vida y nuestra familia. Muchas veces pasamos la mayoría de nuestro tiempo tratando de adquirir cosas y sin embargo descuidamos nuestra propia salud y la relación con nuestra familia.

Nos preocupamos demasiado por el auto, la casa, los muebles, la ropa y otras cosas de la vida moderna. Pero, cuando la vida se reduce a lo esencial, como sucedió en el tornado de Illinois, recordamos que la vida es razón suficiente para alabar a Dios.


Jesús dijo en Mateo 6:25 "No os afanéis por lo que habéis de comer o beber; tampoco por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?"

Secarse las lágrimas del pasado


Hay una canción preciosa de Juan Manuel Serrat que habla de una experiencia creo que común a toda persona con un poco de sensibilidad: la de la añoranza de los tiempos pasados, que de repente irrumpen en nuestra vida enganchados en pequeños detalles insignificantes, ante los cuales pasamos todos los días sin que nos digan nada, pero que un día, sin saber cómo ni porqué, son capaces de hacernos volver al pasado por unos instante y revivir unos momentos dulces que nunca volverán. Me permito el lujo de copiar algunos de esas estrofas tan simples como profundas y cargadas de vida:

“Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia,
pero su tren vendió boleto de ida vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas,
En un rincón, en un papel o en un cajón.
Son las que nos hacen llorar cuando nadie nos ve”.

¿Quien no ha sucumbido alguna vez ante un inesperado aroma que nos transporta a lo olores de nuestra niñez y juventud? ¿Quién no se ha emocionado alguna vez ante la letra o la música de una vieja canción que automáticamente nos hace pensar en los tiempos en los que no era tan vieja y a los momentos intensos bañados por ella? ¿O quien no se ha sorprendido abriendo una vieja caja de cartón o un viejo baúl, ante cien formas distintas de recuerdos prendidos en trozos de papel o de tela, en viejos juguetes, fotos o prendas de personas ya desaparecidas...?

Esta experiencia está cargada a la vez de una doble sensación: por una lado la recuperación agradable y placentera de un pasado, de unos momentos felices generalmente ligados a nuestra niñez o adolescencia, el agradecimiento por aquellos momentos y la constatación de que el tiempo transcurrido nos une a ellos.

No cabe la menor duda de que en un principio este suspiro del corazón pinta una leve sonrisa en nuestros labios, pero una sonrisa que es rápidamente apagada por la segunda y terrible experiencia, la de constatar que esos tiempos felices del pasado nunca volverán, la de caer en la cuenta de lo dramática y cruel que es la vida, que como un río incapaz de volver sobre su curso y abocado inexorablemente a morir en el mar del olvido, transcurre sin vuelta atrás.

Por un momento nos cautivó, nos dejó jugar de nuevo a ser niños, cerrar los ojos y viajar en el tiempo disfrutando del paisaje. Pero cuando los ojos se vuelven a abrir la realidad nos golpea con una agresividad brutal, pues ese viaje es sólo un espejismo que nos deja con lágrimas en los ojos y con el corazón lleno de melancolía.

He de confesar que durante mucho tiempo me hice el hombre duro y fuerte, incluso me atreví a dar consejo a aquel que sufría esta experiencia. Por mi trabajo me he visto abocado muchas veces a acompañar los momentos emocionalmente más intensos de la vida de las personas: el amanecer de una vida, el amor, la experiencia del dolor y de la muerte... Sólo cuando quedé al margen de esa “profesión” aparecieron en mi vida esos viejos fantasmas, caí en la cuenta de que el viejo Moisés también estaba en el desierto y de que él, al igual que su pueblo, también añoraba las cebollas de Egipto; tal vez no lo aparentara ni lo dijera, salvo en lo secreto de su oración, cuando a solas clamaba a Yahvé en lo alto de la montaña, sin dar pie a que su pueblo tuviera ni la más mínima sombra de sospecha de que su líder y jefe espiritual también suspiraba por el pasado como ellos. ¿Qué clase de líder sería? ¿Quién podría confiar en él?

Frente a esta experiencia también cabe dos opciones distintas que parecen claras: una sería la de tratar de volver atrás en el tiempo y si no es posible revivirlo, al menos intentar recuperar sus recuerdos creando otros nuevos lo más parecidos posibles. Sería algo así como dejar de caminar, buscar en el desierto el oasis o el paisaje que más recuerde a Egipto e instalarse en él para rehacer la vida.

La otra alternativa requiere algo de más fe, pues supone saber secarse las lágrimas del pasado, es más, convertirlas en lágrimas de agradecimiento, y seguir caminando únicamente apoyado en la promesa de una nueva tierra en la que no hay más garantía que una creencia y un camino que en si mismo está cargado de lecciones y de vida.

Parece claro que la única vía posible para recuperar la felicidad es la segunda, sin duda también la más difícil. Dejar pasar el tiempo de la tempestad es todo un arte que ha de hacerse con una entrega total, con absoluto abandono, lo cual no es difícil cuando nos vemos derrotados, hundidos, desesperados.

El sufrimiento sólo aparece mientras quedan restos de prepotencia en nosotros, mientras que nuestro orgullo no se ha agotado, pero cuando se ha llegado a este punto uno descubre misteriosamente que sólo queda la esperanza. Algunos se resisten a llamarla así y prefieren ver en este momento una proyección de nuestros sueños que no por consoladores son verdaderos, algo así como un autoengaño. Esa no es mi experiencia y es así que la ofrezco como un verdadero tesoro.

Si bien en nuestra vida hay problemas que nos llevan al fracaso, en nuestro espíritu no ocurre lo mismo y uno siempre puede abrirse a la dicha de ver como nuestros ojos se cierran mirando a lo alto, a un futuro en el que se cree por que se intuye, casi se palpa.

Moisés murió sin ver la tierra prometida pero consciente de que su pueblo entraría en ella y de que él también lo haría en el corazón de cada uno de sus hermanos. Es este un concepto precioso que en estos tiempos de individualismo no se valora lo suficiente. Me refiero al hecho de que somos PUEBLO, asamblea, de que nadie sufre ni goza solo y que el mayor de los desastres sobreviene cuando se trata de experimentar esta experiencia al margen de la familia en la que estamos entroncados, de los nuestros.

Ahora bien, qué hay cuando se entrega la vida sin sombra de futuro, cuando se cierra los ojos en el más absoluto de los fracasos. Dios no está ausente en esta experiencia. Cuando el desastre se escribe con mayúsculas y es definitivo todavía hay que guardarse una sonrisa para llevárnosla con nosotros, pues para Dios NADA hay que sea imposible. El que crea, que entregue su vida con confianza.


Autor: P. Pascual Soarin Fuente: Catholic.net
http://www.nuestraedad.com.mx/index2.htm

El Arte de saber hacerse el bruto


Mi mamá me decía con frecuencia que yo iba salir adelante no por inteligente, sino por bruto.
Esta afirmación que entonces me ofendía, con el tiempo me ha llegado a parecer sabia y útil. Ahora me doy cuenta de lo importante que es saber hacerse el bruto.
Por ejemplo:
- Si un pariente cercano me dice un indirectazo para ofenderme, me hago el bruto que no entiende y así no le doy el gusto de amargarme la vida.
- Si quiero aprender algo que me cuesta trabajo, me hago el bruto, no sucumbo a la impaciencia de los demás y sigo intentando hasta lograrlo.
- Si mi compañero de trabajo o mi superior permanecen irritados la mayor parte del tiempo, no pienso que es conmigo o por mí, sino que me hago el bruto y me digo: "Debe ser que le duele una muela" y de esa manera me hago inmune al contagio de ese dolor.
- Cuando dicen "no" a mi objetivo, me hago el bruto y entiendo "todavía no" y así me permito seguir buscando formas de conseguirlo.
- Si algo que intento cien veces no me resulta como quiero, no me tildo de bruto por no haberlo logrado, sino que pienso en lo bruto que sería si desistiera después de tanto esfuerzo.
- Cuando estoy hablando por teléfono con alguien de quien necesito un servicio o información y la persona sube el tono de voz más de lo necesario y vocaliza cada palabra exageradamente, tal como si dijera: "No sea bruto, ¿acaso no entiende lo que le estoy diciendo?" Decido entonces respirar profundamente, contestarle pausadamente y con calidez, dándole las gracias por su paciencia con mi falta de entendimiento...
Esto funciona como magia la mayoría de las veces para cambiar las mareas a mi favor.
©Diego Vergara Garzón

El Pájaro blanco y el pájaro negro


Juntos, comprendieron...
Pájaro Blanco y Pájaro Negro habían estado en guerra desde edades sin memoria.
Pájaro Blanco era resplandeciente, los dioses hablaban por él, era todo el bien, el pensamiento y la luz.
Pájaro Negro era sombrío y denso, por él hablaban las potencias inferiores, y era toda la fuerza animal, los instintos y la potencia de la oscuridad.
Pájaro Blanco despreciaba al Negro por su vuelo rasante, porque era carnicero, porque se apareaba con hembras, y porque buscaba andar en bandada, acompañado por otros oscuros como él.
Pájaro Negro despreciaba al Blanco por su poco peso, por vivir en las nubes, porque no conocía hembras, porque su comida desabrida era el aire y porque no tenía compañeros y vivía solo.
Uno ganaba, ganaba el otro. Victoria final ninguno tenía. Pero cuanto más guerreaban, más se miraban.
Un día la curiosidad empezó a acercar a los dos. Menos se interesaban ahora, uno por el mundo de las nubes, otro por el mundo de la tierra. Uno al otro se interesaban, les empujaba el saber.
Pájaro Negro quería saber por qué resplandecían las plumas del Blanco, por qué era tan liviano que subía como el viento, qué había en su corazón cuando sus ojos se iluminaban, qué buscaba allá arriba.
Pájaro Blanco quería saber de dónde venía el pesado poder del Negro, qué placer sacaba de tener hembras, qué había en su corazón cuando estaba con su bandada, qué buscaba allá abajo.
Por querer saber de Pájaro Blanco, Pájaro Negro subió. No mucho, un poco.
Por querer saber de Pájaro Negro, Pájaro Blanco bajó. No mucho, un poco.
Rivales eran, y querían sacarse los secretos. Ganar lo del otro y vencerlo. Por eso empezó Pájaro Negro a comer aire, un poco. Alguna luz se le abrió en la punta de las plumas, y su vuelo fue más liviano.
Por eso empezó Pájaro Blanco a comer insectos, no muchos, algunos. Pizca de poder denso oscureció la punta de sus alas, y el vuelo fue más pesado.
Luego de pelear, ganando uno, ganando el otro, un día, cerca, se miraron.
Ya no podían pelear más. De tanto perseguir al otro, admiración sentían por el rival.
Se encontraban, a veces, y se enseñaban, a comer aire, a ordenar las potencias de abajo, a aprender de las potencias de arriba. Amigos fueron.
Tan juntos iban y tanto tomaban uno del otro, que gris se hizo Pájaro Blanco, con puntas de alas resplandecientes, y gris se hizo Pájaro Negro, con puntas de alas renegridas como tronco quemado. Hermanos fueron.
Hermanos eran, no paridos por la misma madre. De admirarse y de seguirse. Extrañados los miraban los demás, y ellos juntos iban, siempre, no se separaban.
Cada vez más fuerza tenían; el sol y la noche se juntaban en ellos.
-Como tú quiero ser - dijeron un día, juntos.
Hubo allí un estallido como un volcán, un remolino de luz como viento de huracán y la noche estrellada como una gran vasija.
Juntos, comprendieron. Que eran un solo pájaro. Mitades partidas al principio de los tiempos, que ahora por fin, reunidas estaban.
Historia de los Aborígenes Mapuches

Yo lo he dicho mil veces...


Esta expresión, al parecer, envía un mensaje positivo, pues preocuparse por uno es bueno. Y también brinda la imagen de que a quien se le está diciendo no se preocupa por ella misma, y por eso la otra persona se lo ha repetido en infinidad de ocasiones. Nada más lejos de la verdad.
Quien la pronuncia generalmente es alguien no preocupado por sí mismo y en la responsabilidad familiar que tiene (la madre o el padre) considera que cumple su papel pidiéndole a sus hijos que se preocupen por sus vidas, cuando él no ha sabido hacerlo. Esto es una falta de respeto doble, a sí y a los hijos.
Y sucede que la conducta de las figuras significativas, como son los padres, los maestros, los dirigentes o jefes, tiende a servir de modelo imitable. Si no se preocupa por usted es risible pedirle preocupación a su descendencia cuando ese no es el mensaje que le transmite su proceder cotidiano.
Pero hay más, ese llamado de atención encierra el famoso mensaje de "Haz lo que yo digo y no lo que yo hago", que es inmoral, pues exigimos para los demás lo que no consideramos para nosotros. Y cuando son los hijos quienes escuchan esto, conocedores de sus padres, el efecto es muy desagradable pues quieren hacerles creer algo negado por su propia experiencia.
No le pida a sus hijos que se preocupen por ellos. Preocúpese por usted. Tenga en cuenta que es la persona más importante de su familia, porque si usted no funciona bien, ello será una preocupación para sus seres queridos, pues no podrán funcionar como cuando todo se desarrolla normalmente.
Preocúpese de su salud física y mental, para que ellos lo imiten. Preocúpese de sí mismo y podrá llamarles la atención en el momento en que descuiden este aspecto y lo más significativo, tendrá toda la autoridad moral para hacerlo.
Si no lo hace de forma sana, sus seres queridos tendrán muy pocas posibilidades de ocuparse de ellos porque la mayor parte del tiempo lo tendrán que dedicar a los problemas de usted.
Evite, pues, reclamar atención sin necesidad, mecanismo utilizado con mucha frecuencia por personas con una ilimitada necesidad de afecto.
Ellas les piden a sus seres queridos que se preocupen por sí mismos y cuando éstos se disponen a hacerlo, le surgen al aconsejante problemas, como una descomposición estomacal repentina, una migraña insoportable, un incremento de la presión arterial no comprobada, o muy cercana a las cifras habituales, un malestar impreciso, en fin, cualquier queja que evitará a los demás realizar sus planes. En fin, les piden que se preocupen por sus vidas, pero en realidad no los dejan hacerlo.

Ante el desánimo


Un guerrero de la luz a veces se desanima.
Considera que nada tiene la emoción que él esperaba despertar.
Muchas tardes y noches es obligado a quedarse manteniendo una posición conquistada sin que ningún acontecimiento nuevo venga a devolverle el entusiasmo.
Sus amigos comentan: "tal vez su lucha ya haya terminado".
El guerrero siente dolor y confusión al escuchar estos comentarios porque sabe que no llegó a donde quería.
Pero es obstinado, y no abandona lo que decidió hacer.
Entonces, cuando menos lo espera, una nueva puerta se abre.

Paulo Coelho

El dominio del TERROR


Varios años atrás, un circo de televisión bien conocido desarrolló un acto que incluía tigres de bengala. El acto se hacía en vivo delante de una gran audiencia. Una noche, el entrenador entró en la jaula con varios tigres y la puerta era cerrada de forma rutinaria detrás de él. Las luces inundaban la jaula y las cámaras de televisión se acercaban para que la audiencia pudiera ver cada detalle mientras él con habilidad ponía a los tigres en el ritmo adecuado.
En medio de la actuación, pasó lo peor: las luces se apagaron. Por casi treinta largos segundos, el entrenador estuvo encerrado con los tigres en la oscuridad. Con su visión nocturna superior, los tigres podían verlo, pero él no los veía a ellos. Él sobrevivió. Cuando regresaron las luces, con calma terminó su actuación.
Cuando le preguntaron al entrenador cómo se sintió, él admitió sentir un frío temor al principio, pero luego -dijo-, se dió cuenta de que aunque él no podía ver a los felinos, ellos no lo sabían. Él dijo: "Solo continué sonando mi látigo y hablándoles hasta que las luces regresaron. Ellos nunca supieron que yo no les podía ver tan bien como ellos me veían a mí."
Sigue hablando a los tigres del temor que parecen estar persiguiéndote. ¡Ellos obedecerán tu voz de fe!

Admite tus faltas


Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo.
Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, ¡¡estás mirando un espejo!!"
~ ~ ~
Muchas veces nuestras propias faltas, las cuáles tardamos en reconocer y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás.
Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas; es más fácil de negarlas que reconocerlas.
Por eso es necesario hacer a un lado el orgullo pues sólo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.

La flor de la honestidad


"... Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en un Reino lejano, un Príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado Rey, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe, pero pensaba que su hija no estaría a la altura del desafío. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.

Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija mía, qué vas a hacer allá?

Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza, sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura".

Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Todo parece indicar que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca de mi amado Príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el Príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla, aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será escogida por mí, esposa y futura Reina".

La propuesta del Príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, además de las costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, pero cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del Príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas, tamaños y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el Príncipe explicó: "Ésta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi Esposa y Reina: La flor de la honestidad, todas las semillas que entregué eran estériles".

Maravilloso relato, ¿no?. En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, el éxito, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido, el cual casi hemos olvidado, somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos, por no decir me equivoqué, para ser humildes y reconocer que otros tienen la razón, o para decir no sé acerca de esto.

Opinamos sobre todo, juzgamos a todos... La "viveza", hoy en día comparada con la habilidad, se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos y los demás. La verdad, la sinceridad, la humildad... no son virtudes exacerbadas en las comiquitas para niños, ni en las publicidades para adultos.

Nuestra sociedad ha confundido el significado de la palabra ÉXITO.

Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis creencias, mis sentimientos y apegándome a los principios expuestos por el Dios al cual digo servir, para quedar bien u obtener resultados... ése ha sido un día de éxito. Puedes hacer de este, un día exitoso... De ti depende."

La Venganza


Lo que surge naturalmente en la mente de todos los hombres es una creencia universal profundamente arraigada, de que "alquien tiene que pagar."
Perdonar es una solución demasiado sencilla. La ley tiene que ser sangre por sangre. Ojo por ojo.
Efectivamente, es fácil arrancar un diente por la pérdida de otro diente. Pero, ¿qué retribución se puede exigir a un hombre que nos ha quebrantado el hogar, o ha engañado a una niña, o nos ha arruinado la reputación?
Son muy pocos los pecados por los que se puede exigir pago, y generalmente la victima no tiene los medios para exigir pago, ni está en condiciones de hacerlo.
En la mayoria de los casos, hacer restitución del daño está más allá de las posibilidades. Resulta totalmente imposible.
Aquí es donde entra la venganza. Si no es posible conseguir pago o restitución plena, por lo menos podemos vengarnos. Podemos pagarle con la misma moneda. Servirle el mismo plato: desquitarnos, en otras palabras. Pero debemos tener presente que al desquitamos nos ponemos a la misma altura de nuestro enemigo. Descendemos a su mismo nivel, y menos aun.
Hay un dicho que reza así: "Al hacer un mal nos colocamos por debajo de nuestro enemigo, al vengarnos por un mal nos ponemos a la misma altura, pero al perdonar el mal que nos han hecho, nos colocamos por encima de él".
La venganza no solo nos coloca al mismo nivel que nuestro enemigo; resulta peor, porque tiene el efecto del boomerang. El hombre que busca vengarse es como aquel que se pega un tiro con el fin de herir a su enemigo con el culatazo del arma.
La venganza es el arma más despreciable de la tierra. Arruina al vengador y al mismo tiempo confirma más aun al enemigo en su mal. Da comienzo a una interminable fuga cuesta abajo por el camino del rencor, de las represalias y la revancha despiadada.
Así como la compensación es imposible, la venganza resulta impotente.

Tapando el Sol


Un discípulo fue en busca del rabino Nahman, de Braslaw:
- No continuaré mis estudios de los textos sagrados - dijo.
- Vivo en una pequeña casa con mis padres y hermanos y nunca encuentro las condiciones ideales para concentrarme en lo que es importante.
Nahman señaló al sol y pidió a su discípulo que pusiera la mano frente a su cara, de manera que quedara oculto. Y así lo hizo éste.
- Tu mano es pequeña y, sin embargo, ha conseguido cubrir totalmente la fuerza, la luz y la majestad del inmenso sol.
De la misma manera, los pequeños problemas consiguen darte la disculpa necesaria para no seguir adelante en tu búsqueda espiritual.
Así como la mano tiene el poder de esconder el sol, la mediocridad tiene el poder de esconder la luz interior. No culpes a los otros por tu propia incompetencia.

Yo no lo Haría


Las comparaciones son odiosas. Los demás no son como nosotros, ni se debe esperar que actúen de la misma forma en que lo hacemos nosotros. Cada persona tiene su propia manera de hacer las cosas, de acertar y de equivocarse.
Reconozco que todavía hay veces que caigo en el error de esperar que los demás actúen de la forma que yo siento como correcta, coherente, justa, sensata, sana.
Se nos olvida que no debemos considerar nuestras opciones como mejores o más válidas, aunque las sintamos como tales. Que nuestros principios, valores, nuestra forma de ver, sentir y pensar, no es la misma que la de los demás, aunque nos parezca en algunos casos más acertada.
A veces me cuesta muchísimo, pero alguien que me conoce y me quiere, me recuerda entonces, que sólo podemos aceptar a los demás como son, hacer las cosas como nosotros creemos, y no esperar de los demás que actúen de la misma manera que lo hacemos nosotros.
Cada uno es como es, aunque a veces no lo comprendamos, aunque a veces nos duela, nos decepcione o nos entristezca enormemente. Aunque a veces se nos haga muy cuesta arriba mirar alrededor.

Te tengo una sorpresa


Pasó hace pocos días, en el mes de agosto de 2004. Un señor llega a su casa, en un rincón de Florida. Está cansado del trabajo, oprimido por el calor.
Su esposa le recibe, se acerca y le dice:
-Siéntate, te tengo una sorpresa.
Él se sienta en el sofá, y ella le trae... un vaso de agua con hielos.
A veces basta poco, muy poco, para que la vida sea más bella. Esta vez ha sido ella la que le ha dado una magnífica “sorpresa” a su marido. Mañana será él quien le diga a ella: «¿Salimos de compras? ¿A dónde quieres que vayamos?» Pasado mañana será el hijo que vive lejos: llama por teléfono a sus padres simplemente para decirles que está muy contento de poder hablar con ellos así, sin más, sin tener que dar ninguna noticia especial.
Sí: basta poco para que la llegada a casa no sea un momento de preocupaciones, sino de alegrías, de confianza, de amor.
Basta poco... Pero a veces no damos ese poco, porque no pensamos en el otro, o porque esperamos que nos sirvan sin que se nos ocurra antes que podemos ser los primeros en servir, o porque se nos ha oxidado un poco el amor y la ilusión de ofrecer algo a quien vive a nuestro lado.
«Siéntate, te tengo una sorpresa». No ha sido oro, ni un cheque, ni una corbata nueva. Ha sido, simplemente, un vaso de agua fresca. Un agua deliciosa, buena, pero, sobre todo, bañada de cariño...

Lo que un hombre sembró


Cuando estaba en el secundario, el bravucón de tercer año me dio un puñetazo en el estómago. No sólo me dolió sino que me enfureció, aunque debo admitir que más intolerables me resultaron el mal rato y la humillación.
¡Quería vengarme a toda costa! Planeé encontrarlo al día siguiente en el estacionamiento de bicicletas y darle una paliza. Por alguna razón, le conté mi plan a Nana, mi abuela. Gran error. Me dio uno de esos sermones de cuatro horas. El sermón fue un plomo, pero, entre otras cosas, recuerdo vagamente que me dijo que no necesitaba preocuparme por él.
Dijo:
"Las buenas acciones tienen consecuencias buenas y las malas, consecuencias malas". Le dije que yo hacía cosas buenas todo el tiempo y que lo único que obtenía a cambio era "basura". No obstante, siguió en sus trece:
Dijo :
Cada buena acción que hagas volverá a ti algún día y cada cosa mala que hagas también volverá ", insistió.
Tardé treinta años en comprender la sabiduría de sus palabras. Nana vivía en una pensión en California. Todos los jueves pasaba por allí y salíamos a comer. Siempre la encontraba muy bien vestida y sentada en una silla junto a la puerta de calle. Recuerdo con toda nitidez nuestra última cena juntos antes de que la internaran en un hospital.
Fuimos a un restraurante muy simple atendido por una familia. Yo pedí un bife para Nana y una hamburguesa para mí. Llegó la comida y yo empecé en seguida a comer. Noté que Nana no comía. Simplemente, miraba la comida en el plato. Corrí mi plato a un costado, tomé el plato de Nana, lo acerqué y corté su carne en pedacitos. Luego volví a poner el plato delante de ella.
Mientras con gran dificultad pinchaba la carne y se la llevaba a la boca, sentí el impacto de un recuerdo que enseguida hizo brotar lágrimas en mis ojos.
Cuarenta años antes, de chiquito, sentado a la mesa, Nana siempre tomaba la carne de mi plato y la cortaba en pedacitos para que pudiera comerla.
Habían pasado cuarenta años, pero la buena acción se veía recompensada.
Nana tenía razón.
Cosechamos exactamente lo que sembramos. "Cada buena acción que hagas algún día volverá a tí."
¿Qué pasó con el bravucón de tercer año?
Se topó con el bravucón de cuarto.

Cerrando Círculos


O cerrando puertas. O cerrando capítulos. Como quieras llamarlo.Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando. ¿Terminó tu trabajo? ¿Se acabó la relación? ¿Ya no vives más en esa casa? ¿La amistad se acabó? Puedes pasar mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cuál hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, tú, tus amigos, tus hijos, tus hermanas, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, hecho está. Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡No, los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, cambiar de casa. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar.
Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir solo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de "quien eres". No!, suelta. Con el resentimiento, al ver "tu pelicula" personal para darte y darle al asunto, lo único que consigues es dañarte mentalmente, envenenarte, amargarte. La vida esta para adelante, nunca para atrás. Porque si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (¿a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron. ¡Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo! Si no, déjalo ir, cierra capítulos. Convéncete, que no vuelve.
Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque tú ya no encajas allí: en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio, ya no eres el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a qué volver. Es salud mental, amor por tí mismo desprende lo que ya no esta en tu vida..

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, porque cuando llegaste a este mundo lo hiciste sin ese adhesivo, por lo tanto es costumbre vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, hoy te duele dejar ir. Solo es costumbre, apego, necesidad. Pero, cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacude, suelta.
Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.
¡Ésa es la vida!

El respeto de la dignidad de las personas

El respeto del alma del prójimo: el escándalo
2284 El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si, por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.
2285 El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6; cf 1 Co 8, 10-13). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos (cf Mt 7, 15).
2286 El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión.
Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a “condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente, hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos del Sumo legislador” (Pío XII, Mensaje radiofónico, 1 junio 1941). Lo mismo ha de decirse de los empresarios que imponen procedimientos que incitan al fraude, de los educadores que “exasperan” a sus alumnos (cf Ef 6, 4; Col 3, 21), o de los que, manipulando la opinión pública, la desvían de los valores morales.
2287 El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido. “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!” (Lc 17, 1).



La cruz de la calumnia

Pregunta: He sufrido la experiencia de la calumnia. Me ha dolido profundamente ser objeto de acusaciones falsas. Sé que los valores cristianos me obligan a perdonar e incluso a intentar salvar la intención de quienes han obrado así. Confío en que la ignorancia atenúe su responsabilidad y no quiero guardar rencor. Me gustaría que me ayudasen con unos consejos a llevar esta cruz.

Respuesta: Ciertamente, en medio del "calentón" del conflicto en el que hayamos padecido la calumnia y la maledicencia, es necesario que no nos quedemos en la injusticia padecida, y que lleguemos a descubrir la cruz de Cristo con la que hemos de abrazarnos. El situación concreta que has vivido tiene sus propias motivaciones, pero los planes de Dios van más allá. Dios quiere que conozcamos y nos identifiquemos más con Jesucristo, a través de la misma experiencia que él vivió.
Las calumnias estuvieron en el origen de la persecución y la pasión de Jesucristo. El estilo con el que Jesús afrontó las calumnias, debe de ser el nuestro. Intentemos imitar a Cristo:
A).- "Si he hablado mal, muéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Jn 18,23). Ésta es la respuesta que dirigió Jesús al guardia del Sumo Sacerdote después de que éste le abofetease.
Con frecuencia olvidamos ese pasaje evangélico. Sería incorrecto pensar que abrazar la cruz de la calumnia es sinónimo de una renuncia a la aclaración serena y la corrección fraterna. Jesús le hace ver al guardia que le ha pegado, en presencia del Sumo Sacerdote, que no es justa la forma en la que se ha procedido contra él. Sin embargo, lo hace sin acritud, con paz... Podemos pensar que el temple con el que Jesús contestó a esa bofetada interpeló profundamente a su agresor.
Y he aquí el "quid" de la cuestión: la serenidad de esa respuesta solamente se entiende si tenemos en cuenta que a Jesús le duele más la ofensa al Padre de ese pecado, que el dolor físico y la humillación que a él le inflige. Nuestras reacciones son con frecuencia desproporcionadas porque están sustentadas en nuestro amor propio herido.
Al corregir Jesús de esta forma a quien le agrede, le está dando una posibilidad de arrepentimiento y de cambio en su vida. Toda corrección que se precie de serlo, ha de desear ese arrepentimiento del corregido, cuidando de no reducirse a buscar el desquite de quien pretende dejar patente la injusticia cometida.
B).- Viendo Pablo que el Sanedrín que le estaba juzgando estaba dividido entre fariseos y saduceos, levantó la voz ante la asamblea para decir: "Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga" (Hch 23, 6)
San Pablo añade aquí un segundo elemento a esa actitud trasparente de Jesús ante el Sumo Sacerdote, que hemos descrito en el punto anterior. Podríamos decir que Pablo actúa de una forma "sagaz" o "astuta". Fue Jesús el que nos aconsejó ser "sencillos como palomas y astutos como serpientes" (Mt 10, 16).
De igual forma que Pablo aprovecha la división existente entre sus perseguidores para librarse de una injusta condena; así también nosotros estamos llamados a caminar en medio de un mundo injusto, sirviéndonos en ocasiones de sus contradicciones interiores para salir victoriosos en la extensión del Reino de Dios.
Lógicamente esta "estrategia astuta" tiene sus límites. No sería nunca aceptable el que hiciésemos el mal para lograr el bien. Se trata por el contrario de caminar por en medio de la confusión, buscando sinceramente la verdad.
C).- "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?" (Jn 19, 10) Palabras dirigidas por el gobernador Pilatos a Jesús ante su silencio.
Sin rechazar los dos puntos anteriores, el silencio de Jesús ante las acusaciones es su forma más genuina de abrazar la cruz. Una vez que la aclaración serena no ha tenido el efecto deseado, y que tampoco cabe el resquicio de una salida de astucia para evitar el enfrentamiento, ya sólo queda el silencio.
En esta situación, el silencio ante los hombres es el recurso de quien entiende que ya sólo cabe poner las cosas en presencia de Dios, y esperar todo de El. ¡Qué hable Dios cuando tenga que hablar! ¡El tendrá la última Palabra!
La cruz de quien abraza la calumnia en silencio, será con toda certeza sanadora de los propios pecados e impetratoria de la gracia de Dios para la conversión y el perdón del calumniador. No ya sólo eso, en esa cruz está cifrada la salvación del mundo: El Justo acusado injustamente calló ante sus acusadores; y fue el abrazo del Justo a esa injusticia de la que era objeto, el que nos constituyó en "justos" ante Dios.

El síndrome de la maledicencia


Perdonarnos y amarnos: ese será el mejor remedio para erradicar el síndrome de la calumnia.

Cada nueva epidemia provoca un auténtico terremoto en el mundo de la medicina y en la vida de miles (quizá millones) de personas. Lo hemos visto con el SARS (“severe acute respiratory syndrome”, en español “síndrome respiratorio agudo severo”).

Podríamos preguntarnos si no existen también “epidemias” en el mundo del espíritu. Pensemos, por ejemplo, en el chismorreo, en los insultos, en la calumnia. En cuestión de pocos días (a veces en pocas horas) un hombre o una mujer pierden su fama, el afecto de sus amigos o conocidos, incluso tal vez de sus familiares más cercanos.

Todo inicia con una alusión que alguien susurra en un rato de cotilleo. Luego, la suposición se convierte en sospecha. Alguno hace de la sospecha certeza, y la certeza (fundada a veces sólo en una mezcla de imaginación, mentiras y rencores profundos) se propaga como la peste, como el SARS: ¡qué difícil es detener la maledicencia o la calumnia!

Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, o de una a otra página o foro de internet, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física.

¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chismecillo, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático?

La primera cosa que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas. El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18).

Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí?

Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la muchedumbre de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: “Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Ga 6,1-2).

Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas.

De un modo especial deberíamos defender el buen nombre del Papa, de los obispos, de los sacerdotes, de todos los demás bautizados. Todos somos Iglesia. El amor debe ser el distintivo de los cristianos. Andar continuamente con quejas y lamentaciones, con rencores y espíritu de lucha mundana, no soluciona nada y fomenta ese veneno que originará nuevos rencores, chismes y, en ocasiones, calumnias. ¡Qué triste imagen la de una comunidad “cristiana” en la cual unos acusan a los otros, los denigran, les ponen la zancadilla a sus espaldas!

La distinción de los discípulos de Jesús será siempre la misma: el amor (Jn 13,35). Desde el amor y con amor podremos (¡sí se puede!) eliminar cualquier nuevo brote de calumnia entre cristianos. Podemos... si oramos humildemente, si se lo pedimos a Cristo con todo el corazón.

Entonces sí podremos vivir, de verdad, como cristianos, porque estaremos dentro del amor. “Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo” (Ef 4,31-32).

Perdonarnos y amarnos: ese será el mejor remedio para erradicar, dentro de nuestra amada Iglesia, el síndrome de la calumnia, para vivir con salud, en autenticidad, nuestra fe en el Señor Jesús.

FUENTE: HTTP://WWW.ES.CATHOLIC.NET/

El veneno de la calumnia

No es fácil cortarle las alas, pero podemos, con un poco de prudencia y un mucho de valor, detener el daño de su lengua.

Las palabras son sólo ruido si no nos dicen nada. Las palabras son algo peor que un ruido si nos enseñan mentiras.

Las calumnias son mentiras contagiosas. Basta una ironía, una insinuación, una conjetura, un artículo o un libro, y se construye una historia falsa en la que algún "pobre hombre" queda pintado como un loco, un criminal, un maníaco o una reencarnación de la maldad. La mentira pasa de boca en boca, rápido, como un fuego que no puede detenerse. Tal vez pasa luego al escrito, a la prensa, a la historia, y dura por meses, años o, incluso, siglos...

Hay personas que tienen la lengua fácil. Suponen delitos en todos, en las personas y en los grupos, en las razas y en las religiones. Basta que alguien tenga suerte en los negocios, para que susurren que debe haber robado. Si un político vence las elecciones, habrá comprado muchos votos.

Si un sacerdote es conocido por sus buenas homilías, seguro que debe tener alguna amante escondida en las oficinas parroquiales. Si una señora bien parecida sale todas las tardes a pasear con su marido, alguno no tarda en insinuar maliciosamente que por las mañanas seguramente se ofrecerá a su jefe de trabajo para servicios no muy mecanográficos.

La maledicencia es como un mundo oscuro que ve el mal donde no se encuentra, y se ciega para ver cualquier forma de bien. No entiende de valores, ni de heroísmo, ni se santidad. El murmurador salpica todo lo que pueda ser bueno a su alrededor para que el mundo se vista de tinieblas, egoísmos y bajezas. Nadie puede ser bueno para el murmurador, quizá porque el ladrón piensa que todos son de su condición...

El murmurador no puede ser un hombre feliz. Su lengua ponzoñera refleja una envidia profunda, un fracaso existencial, una amargura de quien no soporta ver a alguien que pueda vivir honestamente en su trabajo y en su familia.

La Escritura no puede ser más clara ante este pecado: "Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca.

Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad" (St 3, 14-16). San Agustín nos recuerda que la envidia es el "pecado diabólico por excelencia". San Gregorio Magno, por su parte, muestra la relación entre envidia y maledicencia: "De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad".

Nadie quisiera ser tan miserable. Todos podemos serlo un poco si acogemos y aceptamos esas semillas de muerte que va sembrando, aquí y allá, el murmurador con sus mentiras. No es fácil cortarle las alas, pero podemos, con un poco de prudencia y un mucho de valor, detener el daño de su lengua.

No divulgar ni una sola palabra de crítica a nadie si notamos que se trata de una simple suposición o conjetura. Dejar que el veneno quede ahí, sobre el suelo, ante nuestra indiferencia: no queremos ser cómplices de los que viven para denigrar a los demás.

El murmurador vive para despreciar y odiar. No sabe lo que es amar, ni ha entrado nunca en el Evangelio. Dios puede salvarlo de sus bajezas, si reconoce su pecado, confía en Dios y repara en público el daño que haya podido ocasionar con sus mentiras y sus insinuaciones maliciosas.

Nunca es tarde para el cambio. Siempre es tiempo para amar, para vencer el mal a fuerza de bien (Rm 12, 21). No es fácil, ciertamente, ofrecer amor y misericordia al que ha calumniado y ha quitado, con sus bajezas, con su lengua miserable y traicionera, la fama y el honor de otros, tal vez nuestra propia buena fama...

Pero sólo venceremos el mal de la envidia y la calumnia con la fuerza del perdón y de la misericordia. Entonces, sí, seremos de verdad cristianos, y no nos faltará la felicidad que nos promete Jesucristo: "Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt 5,11-12).

¿Qué Hiciste Tu por MI?

1. Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas;…te preguntará a cuánta gente llevaste para ayudarla.
2. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa;…te preguntará a cuánta gente recibiste en ella.
3. Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario;…te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse.
4. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo;…te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo
5. Dios no te preguntará cuál era tu título;…te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad.
6. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías;…te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo.
7. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías;…te preguntará cómo tratabas a tus vecinos.
8. Dios no te preguntará el color de tu piel;…te preguntará por la pureza de tu interior.
9. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación;…te llevará CON AMOR a tu casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.

Dios no acusa; solo te pide que prediques con el ejemplo.

Estare Contigo Siempre !

¿Porque lloras? ¿Porque estás triste? ¿Porque intentas calmar el dolor con medicinas que no sirven? Deja que levante tu cara, que limpie tus lágrimas, que sane tus heridas, que restaurare lo roto, que repare lo que está arruinado… no me digas no, no te voltees, no te resistas.

¿Porque intentas comprar mi gracia? ¿Porque te sigues sintiendo culpable? ¿Porque sigues creyendo que mi amor es inalcanzable? ¿Porque insistes en verme como El que no soy? ¿Acaso no sabes que yo estoy a tu lado?

¿Porque sigues buscando amor, si sabes que no lo encontrarás lejos de mi? ¿A donde irás, a donde huirás? Si yo estaré a tu lado a donde quiera que vayas, yo levantaré tus brazos cuando estos caigan, mis manos te sostendrán y no te dejarán.

No te resistas. En lo más profundo de ti se que me estás oyendo, estás diciéndole si a mi voz… no te sigas esforzando en negarlo, déjalo ir, es hora que corras a mis brazos y te dejes seducir por mi amor; ya no me ignores, ya no quiero ver tu espalda.

Mira mis manos y mi costado, ellos absorbieron todo tu dolor, tu penas, tu culpa. Lo hice para tenerte cerca de mi, para darte vida, para que te sientas vivo. Para que el niño con dolor que vive en tu mente deje de sufrir, para que el silencio que desespera tu corazón desaparezca y para que la oscuridad que hiere tu corazón ya no exista.

Estaré contigo aunque caigas, aunque te alejes, aunque me niegues; aún en la noche oscura, aún en el más grande abismo. Día y noche estaré tocando tu puerta, buscándote, insistiendo, no me cansaré hasta que te fijes en mi; y cuando me llames allí estaré, cuando me busques me encontrarás. Mis manos siempre te sostendrán… Porque te amo, te quiero, te necesito…. y nunca te dejaré ir…

No Hay Diferencias

Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues él mismo que es Señor de todos, es rico para con los que le invocan. Romanos 10:12.

El avión había despegado, y la niña todavía lloraba. En silencio. Tal vez pensando que, en la intimidad de sus sentimientos, nadie la veía. Pero, después del escándalo que había ocurrido dentro del avión, antes del despegue, sería imposible dejar de verla. Un hombre rico y famoso había tomado el lugar que le pertenecía a ella, y nadie fue capaz de sacarlo de allí. Yo no lo oí pero otro pasajero aseguró que el hombre le dijo a la chica: -¿No sabes quién soy?
La pobre chica no sabía. Tampoco tuvo el valor de exigir que se respetase un derecho que le pertenecía. Aceptó “voluntariamente” viajar en otro lugar.
¡No hay diferencia! ¡Qué tremenda declaración de Pablo, en un mundo de tantas diferenciaciones! ¿Cuál es la razón que el apóstol da, para que no haya diferencia? ¡La riqueza de Cristo!
Riqueza, en el griego, es plouteo, que literalmente significa abundancia, cantidad más que suficiente para todos. Ahora, si tenemos un Dios abúndate, ¿por qué la mezquindad de pensar que alguien vale más o menos que otro?
Pero, la realidad de esta vida es el preconcepto. Raza, posición social, religión, dinero; cualquier condición es motivo para sentirse superior o inferior. En el texto de hoy, Pablo afirma que las heridas causadas por el preconcepto pueden ser curadas cuando invocas el nombre del Señor. A partir de ese momento, tu valor se mide por la sangre divina derramada en la cruz. Tu valor y el mío son extrínsecos; quiere decir, no valemos por lo que somos o tenemos, sino por el amor de Jesús derramado a raudales en aquella montana solitaria.
Cuando el viento helado de la indiferencia humana te haga sentir inferior; cuando te mires al espejo, y los patrones de belleza impuestos por los medios de comunicación te hagan sentir feo; cuando el fuego del preconcepto te queme, y parezca derretir tus sueños, mira a la cruz del Calvario y recuerda que Jesús no habría entregado la vida por ti, si no tuvieses valor.
El amor cautiva, transforma, genera valor para soñar, vivir y luchar. Por eso, Jesús te amó y se entregó por ti: para devolverte la dignidad y la autoestima que el pecado te quitó.
Antes de salir hoy a enfrentar la vida tal como ella es, y no como te gustaría que fuese, recuerda que: “No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan”.

Sufrimientos

Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas, si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 1 Pedro 2:20.

Aquel día amaneció triste; más triste que cualquier otro. La densa neblina que envolvía la ciudad parecía el presagio de algo funesto. Por lo menos, a Susana le daba la impresión de que aquel día marcaría su vida para siempre.


El reloj de pared indicaba las tres de la tarde en la escuela donde ella trabajaba. Repentinamente se oyó un rumor lejano, como el lamento triste de muchas voces. A medida que los segundos transcurrían y las cosas empezaban a ser sacudidas, Susana percibió que se trataba de un terremoto.


Lo primero que la joven maestra hizo, instintivamente, fue correr en dirección de los niños, como la gallina busca a sus polluelos para protegerlos. Fue inútil. Los niños, desesperados, no obedecían la voz de la maestra, y corrían como cabritos enloquecidos, de un lado al otro. Los segundos parecían una eternidad, y la tierra temblaba como un gigante herido. Cuando el peligro pasó, solo restó un coro de gritos de dolor y un escenario fúnebre de sangre, cuerpos heridos, y muerte…

Conocí a Susana años después del terremoto. Todavía cargaba en su inconsciente el peso de la culpa; como si ella hubiese sido la causante de aquella tragedia.
-Hice todo lo que pude, pero no logré protegerlos -me dijo, refiriéndose a los seis niños muertos en aquella ocasión.


Y después, con los ojos anegados, me preguntó: -¿Por qué es necesario sufrir en este mundo?
Tal vez, el versículo de hoy sea tu respuesta, Susana. El dolor es una realidad del mundo de pecado en el que vivimos. Puede ser grotesco, irracional e injusto, pero es el pan de nuestro día a día. Sufren los justos, y también los injustos. La diferencia es que el sufrimiento de los justos es gloria. Te purifica, te pule, te limpia; trabaja el bello diamante que se esconde en ti.


Ya el dolor de los injustos no tiene sentido. Es como la herida purulenta, que va destruyendo lenta, imperceptible, pero completamente.
El cristianismo no te protege del dolor; da una nueva orientación a tu sufrimiento. Te hace grande, te ennoblece y te prepara para conquistas más grandes. Solo ten la seguridad de que en el momento del dolor estés en los brazos de Jesús. Pues, “¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas, haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios”.

El que siembra, cosecha

No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Gálatas 6:7

Camina avergonzado, con las manos dentro del bolsillo de la casaca de jean, usada y maloliente. Los ojos, circundados por grotescas ojeras, y el cabello desordenado reflejan su espíritu abatido. Mientras se pierde, en medio de la multitud del centro de San Pablo, repite una y otra vez, como si quisiese castigarse con las palabras: “Lo mereciste; lo mereciste. Cosechaste lo que plantaste”. Acaba de salir de la prisión, donde estuvo detenido tres días, por portación de cocaína.

Tres días es poco; hay gente que pasa años, en la prisión, por un acto de locura. Hay, también, personas que pagan con su vida las consecuencias de su conducta torcida.

Duele. Puede doler. Duele terriblemente. Pero, la cosecha siempre es pro­porcional a la siembra: “Siembra vientos y cosecharás tempestades”, afirma el refrán popular. La Biblia advertía lo mismo, desde hace más de dos mil años.

Por inspiración divina, Pablo avisó a los cristianos de Galacia: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Eran tiempos difíciles; el ci­nismo espiritual parecía oscurecer la transparencia del cristianismo sencillo. Hombres jactanciosos escondían su orgullo espiritual tras la capa de cris­tianos sinceros. Y hacían mucho mal a la iglesia. Desanimaban a los nuevos conversos, y los atribulaban con una montaña de obligaciones innecesarias.

Pablo dijo a esas personas que, aunque en el presente nadie podía juzgar sus propósitos, Dios lo sabía todo y les otorgaría, a su debido tiempo, la co­secha natural de su terquedad espiritual.
Pero, el consejo del apóstol sirve, también, para la cotidianeidad del ser humano que busca la felicidad: la cosecha de tristezas y de dolores es el re­sultado de la siembra de los mismos hechos… con dividendos.

Pero, si plantas actos de amor, Dios permitirá que la vida te recompense en abundancia; porque la cosecha es proporcional a la siembra. Para bien o para mal. Siempre. No hay cómo escapar de esta realidad.

El lenguaje de los hechos

El lenguaje de los hechos
Hace mucho tiempo una señora de edad avanzada , llevo su nieto donde un viejo sabio.
El niño tenía una debilidad por el azúcar que estaba poniendo en riesgo su salud.
“Por favor, ella suplicó al viejo sabio, dígale a mi nieto que deje de comer azúcar, ya que se que él lo respeta mucho a usted, yo se que él le escuchará lo que usted le diga.
El viejo les pidió que se fueran y regresaran en cuatro días.
Cuatro días más tarde regresaron la abuela y el nieto.El Sabio mirando a los ojos al nieto de la señora le dijo con autoridad:
”Deje de comer azúcar, estás hiriendo tu cuerpo”.
Después de un breve silencio, la abuela le preguntó al Sabio.
Señor , por qué usted nos pidió esperar cuatro días y regresar, si esto mismo lohubiera dicho el día que vine ?
El sabio respondió : “Señora, hace cuatro días yo estaba comiendo azúcar y no podía hablarle con autoridad a su nieto.Ahora puedo, porque hace cuatro días dejé de comer azúcar”.

Dime con quien andas …


Un hombre quiso comprar un asno, y acordó con su dueño que él debería probar al animal antes de comprarlo.
Entonces llevó al asno a su casa y lo puso en donde guarda la paja junto con sus otros asnos.
El nuevo animal se separó de todos los demás e inmediatamente se fue junto al que era el más ocioso y el mayor comedor de todos ellos.
Viendo esto, el hombre puso un cabestro sobre él y lo condujo de regreso a su dueño.
Siendo preguntado cómo, en un tiempo tan corto, él podría haber hecho un proceso de calificación, él contestó:No necesito mayor tiempo; sé que él será exactamente igual a aquel que él eligió para su compañía.
Dime con quien andas y te diré quien eres …

La verdad siempre es la verdad …

El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.

Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.

–Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.

–He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.

–La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.

–A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?

–Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.

El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:

–De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.

El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.

El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.

Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:

–¿Adónde vas?

–Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.

El capitán aseveró:

–No lo creo.

–Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.

–Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.

–Así es -afirmó el ermitaño-.

Ahora usted sabe lo que es la verdad… ¡Su verdad!

Un amor de mentiras


Las drogas son un tema que nos incumbe a todos, en mi caso son muchos los conocidos que he visto caer bajo este flagelo que consume a la humanidad y que destruye, familias, hogares y vidas.
a mi email hace mucho tiempo llego una especie de poema o escrito , elaborado por Freddy Mercury , integrante de la banda inglesa queen , un joven con mucho talento que murió de sida por su vida llena de desordenes , y aunque no soy nadie para juzgar el comportamiento de otro ser humano , da mucha tristeza ver como vidas tan jóvenes se pierden y lo peor es que muchas mas van tras los pasos de las primeras porque son sus seguidores y quieren ser como ellos…
la reflexión de hoy será el pequeño poema escrito por Freddy mercury antes de morir , su nombre un loco amor.Cuando yo la conocí tenía 16 años.
Fuimos presentados en una fiesta, por un joven que se decía mi amigo.Fue amor a primera vista. Ella me enloquecía por completo.
Nuestro amor llegó a un punto, que ya no podía vivir sin ella.
Pero era un amor prohibido. Mis padres no la aceptaronFui reprendido en la escuela y tuvimos que empezar a vernos a escondidas.hasta que no aguanté más, quedé loco por ella.
Yo la quería, pero no la tenía. Yo no podía permitir que me apartaran de ella.Yo la amaba: choqué el auto, rompí todo dentro de la casa y casi maté a mi hermana. Estaba loco, precisaba de ella.
Hoy tengo 39 años; estoy internado en un hospital, soy inútil y voy a morir abandonado por mis padres, amigos y por ella.
Su nombre ?
¡ Cocaína !
A ella le debo mi amor, mi vida, mi destrucción y mi muerte …
Freddy Mercury murió de sida a causa de una afección pulmonar relacionada con esta dolencia hasta ese entonces una enfermedad poco conocida, el 24 de noviembre de 1991.

¿Para ti que es la Riqueza?


Alguna vez te has preguntado que es la riqueza ? , bueno a dos grupos de personas se les hizo la siguiente pregunta:
Para ti, que es la riqueza ?
El primer grupo de interrogados de muy alto perfil profesional contestó lo siguiente:
Ingeniero Informático: Desarrollar programas que sean reconocidos a nivel mundial y sobre todo muy bien pagados.Médico: Tener muchos pacientes, mi propia clínica, poder comprar una casa bien grande y hermosa Gerente: Tener la empresa más grande del mundoAbogado: Ser el mejor abogado de mi país, ganar los mejores casos y tener mucho dineroAtleta: Ser campeón del mundoArquitecto: Tener muchos proyectos que me permitan ganar mucho dinero.
El segundo grupo de personas contestó lo siguiente:
Ciego: Ver la luz del sol y a las personas a las que amo.Sordo: Escuchar el sonido del viento y cuando me hablan.Mudo: Poder decirle a mi madre cuanto al amocondenado de por vida: Tener una nueva oportunidad y caminar libre por las callesInválido: Correr en una mañana soleada.Persona con una enfermedad terminal: Un solo día mas de vida….Viudo: poder ahogarme en el mar de los ojos de mi amada esposa que ahora está en el cielo
“ La riqueza no es cuánto dinero tienes en el banco, si no que cosas no podrías cambiar nunca por dinero ”

Visita no deseada

Resultaría muy pero muy contradictorio recibir de sorpresa alguna visita en casa y -aunque hace mucho tiempo que no le hayas visto y traiga una gran cantidad de obsequios- pedirle que se retire en el acto simplemente porque no quieres recibirle.Mirando el Evangelio nos encontramos con la escena descrita anteriormente y de verdad resulta ser muy pero muy contradictoria, al punto que todos salen a recibir a la persona de visita con el fin de solicitarle y mejor pudiera ser obligarle, a que se retire del lugar. Se lee del siguiente modo "Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región" Mateo 8:34 (NVI)
Definitivamente, los intereses de estas personas distaban de lo que el Señor Jesucristo pretendía concederles.El relato bíblico nos sitúa en una de las orillas del Lago Genesaret o también conocido como el Mar de Galilea o Mar de Tiberíades; Jesús venía del lado contrario, allí había traído limpieza total a un leproso (eso implicaba que ya podía dejar su vida aislada de la familia y ser restituído como un ciudadano más en medio de la sociedad que hasta ahora le había discriminado); junto a esto había, de manera tremendamente milagrosa, sanado de parálisis a uno de los esclavos de un prominente militar romano (esto permitió que aquel hombre pudiera recorrer libremente el territorio y seguir junto a su amo sin mayor conflicto); también había quitado la fiebre de la suegra de Pedro (agradecida, la mujer decidió atender y servir al Señor y sus discípulos).En medio del Lago, cuando lo atravesaban Jesús manifestó su autoridad por sobre la naturaleza, calmando una tempestad que azotaba la embarcación (la paz que ello significó asombró a los discípulos sobremanera)
Llegados a esta orilla, precisamente a la región donde salieron a recibirle, Jesús desplegó su poder para traer libertad a unos endemoniados que por cierto, estaban viviendo entre los sepulcros, causando temor a cualquier transeúnte (al ser vueltos a sus cabales ya nunca más se les vería en los sepulcros ni causando lástima ni miedo a los demás)Toda esta descripción que vemos en el Evangelio es precisamente con la finalidad de hacernos notar que Jesucristo el Señor, al visitarnos al acercarse a nosotros, viene siempre con las manos llenas de obsequios -limpieza y restauración, trae consigo nuevas fuerzas y es capaz de levantarnos de nuestra condición y qué decir de la salud abundante que nos concede para luego servirle sin impedimento; además vemos que Jesucristo tiene la capacidad de dar libertad, dignificar y restaurar a las personas- Sus manos están llenas de obsequios pero obsequios verdaderos.La actitud de los habitantes de ese sector es triste; dieron mayor importancia a sus cerdos que viven en el barro y la basura que a Jesucristo, que tenía y tiene la facultad y poder de cambiar la vida toda. No estamos juzgando a esas personas, pues creemos que esta misma actitud es la que nuestra sociedad, sí la nuestra -entre ella Ud. y yo- mantiene hacia Jesucristo. Preferimos lo pasajero, nos atraen el coche o carro nuevo, las joyas, el qué dirán, cuidamos la imagen, el buen nombre, nuestro status; pero poco o casi nada nos interesa lo que Jesucristo es y tiene para cada uno.
Bien haríamos en evaluar nuestro corazón y preguntarnos ¿si Jesucristo llegara ante mí, le recibiré gustoso o decididamente le pediré que pase de largo porque no me interesa su presencia?

jueves, 24 de marzo de 2011

La Duda Trajo El Ocaso

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.

La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.

Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: AYÚDAME DIOS MIO¡¡¡

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

¿QUE QUIERES QUE HAGA? Sálvame Dios mío

¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR? Por supuesto Señor

ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...

Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda.

Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

sábado, 19 de marzo de 2011

Una persona es grande, cuando...

Una persona es enorme; cuando habla de frente y vive de acuerdo con lo que dice, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe con franqueza.

Pero es pequeña; cuando sólo piensa en sí misma, y les hace creer a los otros que piensa en ellos; cuando es poco gentil, cuando no colabora, cuando abandona a alguien en el momento en que más lo necesita.

Una persona es gigante; cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo… cuando trata de entenderte aunque no piense igual que tu.

Una persona es grande; cuando perdona,cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra no sólo de acuerdo con lo que esperan de ella, sino con lo que espera de sí misma.

Pero es pequeña; cuando decepciona, cuando hiere, cuando actúa con orgullo, cuando no es solidaria, cuando miente, cuando no sabe pedir perdón.

Una persona es grande; cuando sabe dar, cuando no tiene miedo de recibir, cuando la caracteriza la alegría, cuando enfrenta la tristeza, cuando domina la ira.

Pero es insignificante; cuando desprecia, cuando olvida los favores, cuando sólo busca su brillo, sus intereses, su bienestar. Se empequeñece aún más cuando agrede, cuando falsea su testimonio, cuando mata con maledicencia.

Una persona es grande; cuando extiende su mano, cuando cierra su boca y abre su corazón cuando su sensibilidad es tan grande como su tamaño…

Por eso…

Si te detuviste a admirar el increíble e interminable trabajo de una simple hormiga…
Si te asombraste e intentaste comprender la belleza admirable de un panal de abejas…
Si te detuviste para seguir la extraordinaria velocidad y la maravillosa habilidad de un picaflor en vuelo…
Si te sentaste en el suelo y ofreciste tu mano a un perro para que pudiera lamerla…
Si te recostaste sobre la hierba y te deleitaste con el perfume mágico de una flor…
Si en silencio escuchaste la voz de las eternas olas del mar…
Si esbozaste en tus labios la misma sonrisa que viste en aquel niño…
Si sentiste correr por tus mejillas las mismas lágrimas que viste descender tristes, por la cara arrugada de aquel pobre viejo…

Si sentiste todo eso…

En verdad has vivido intensamente cada instante de tu vida, lo cual llenó de belleza tu alma, de amor tu corazón, y sobre todo.

¡TE CONVIRTIÓ EN UNA PERSONA MUY GRANDE!

Las Cuatro Velas

Cuatro Velas se estaban consumiendo lentamente
El ambiente estaba tan silencioso que se podí­a oí­r el diálogo entre ellas.
La primera dijo:
-¡Yo Soy la Paz! A pesar de mi Luz, las personas no consiguen mantenerme encendida.
Y disminuyendo su llama, se apagó totalmente.
La segunda dijo:
-¡Yo me llamo Fe! Infelizmente soy superflua para las personas, porque ellas no quieren saber de Dios, por eso no tiene sentido continuar quemándome.Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella, y esta se apagó.
En voz baja y triste la tercera vela se manifestó:
¡Yo Soy el Amor! No tengo mas fuerzas que quemar. Las personas me dejan de lado porque solo consiguen manifestarme para ellas mismas; se olvidan hasta de aquéllos que están a su alrededor.Y también se apagó.
De repente entró una niña y vio las tres velas apagadas.-¿Qué es esto? Ustedes deben estar encendidas y consumirse hasta el final.
Entonces la cuarta vela, habló:-No tengas miedo, niña, en cuanto yo esté encendida, podemos encender las otras velas.
Entonces la niña tomó la vela de la Esperanza y encendió nuevamente las que estaban apagadas.
¡Que la vela de la Esperanza nunca se apague dentro de nosotros!

Gotitas de Amor

“Había un incendio en un gran bosque de bambú; el incendio formaba llamaradas impresionantes, de una altura extraordinaria; y una pequeña ave, muy pequeñita, fué al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, y las empezó a agitar para apagarlo; y volvía a regresar y volvía a ir una y otra vez; y los dioses que la observaban, sorprendidos la mandaron a llamar y le dijeron:
Oye, por qué estás haces eso? Cómo es posible? Cómo crees que con esas goticas de agua puedas tú apagar un incendio de tales dimensiones? Date cuenta: No podras lograrlo.
Y el ave humildemente contestó:“El bosque me ha dado tanto. Yo nací en este bosque que me ha enseñado la naturaleza, me ha dado todo mi ser. Este bosque es mi origen y mi hogar y me voy a morir lanzando gotitas de amor, aunque no lo pueda apagar”. Los dioses entendieron lo que hacía la pequeña ave y le ayudaron a apagar el incendio”.
Cada gotita de agua apacigua un incendio. Cada acción que con amor y entusiasmo emprendemos, un mejor mañana será su reflejo. No subestime sus gotas:millones de ellas forman un océano. Todo acto que con amor realizamos, regresa a nosotros multiplicado.