miércoles, 8 de febrero de 2012

Como corderos en medio de lobos


Fuente: Evangelizacion Activa www.evangelizacion.org.mx


Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa‘. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios‘.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca‘. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".

+ Reflexión

Cuando levantamos los ojos y vemos un mundo consumido por el egoísmo, un mundo que se destruye a sí mismo con guerras, injusticia y vicios, en fin, cuando vemos que aún el mensaje del Evangelio no penetra nuestros corazones ni las estructuras del mundo, podemos comprender que efectivamente la mies es mucha y los obreros pocos. Y no es que el Señor haya desatendido la oración de la Iglesia, sino más bien que pocos son los que han respondido a la invitación. No pensemos sólamente en las vocaciones religiosas (sacerdotes y religiosas), pensemos en que cada uno de nosotros, por el bautismo, nos hemos convertido en discípulos del Señor, en hombres y mujeres comprometidos a testificar nuestra fe. Si cada uno de los bautizados tomara en serio su papel en la Iglesia se multiplicarían las manos y el trabajo sería mucho más fácil. Se podría llegar a donde hasta ahora el Evangelio no ha llegado.

Jesús llama a cada uno de nosotros, seamos casados, solteros o religiosos consagrados, a participar activamente en la evangelización. Tomemos con celo este llamado y desde nuestra vocación particular hagamos cuanto esté de nuestra parte para que el Evangelio impregne todas las estructuras de nuestra sociedad, para que Cristo sea verdaderamente el Señor de todos los corazones. Tú puedes hacer algo... ¡Decídete!

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

Ser instrumento de Dios es ser como una trompeta por la cual pasa el aire. Quien sopla el aire y quien hace la melodía es Dios; no nosotros mismos. ¡Nosotros somos solamente trompetas! Nosotros somos instrumentos.


Los que sentimos el llamado a evangelizar, a misionar, debemos tener esto siempre en cuenta: Misionar no es proyectarnos nosotros mismos. No es soplar la trompeta nosotros. Es dejar que sea Dios quien lo haga. Evangelizar no es ni siquiera llevar nosotros al Señor: es sobre todo llevar al Señor en nosotros. Como hizo la Santísima Virgen cuando llevó a su Divino Hijo en su vientre al visitar a su prima Santa Isabel y a San Juan Bautista.

Y para llevar al Señor en nosotros y que así el Señor llegue a los demás, es necesario llenarnos de El. ¿Y cómo nos llenamos de El? En la oración, en la oración frecuente y constante. En los Sacramentos, en la recepción de los Sacramentos también frecuente y constante. La oración y los Sacramentos nos van haciendo instrumentos dóciles en las manos del Señor, para que El sople su melodía a través nuestro y dejemos nosotros de tocar nuestra propia melodía.

No hay Evangelización, no hay verdadera Misión, si no hay vida de Dios en nosotros. La Misión se basa en tener confianza en Dios, y no en confiar en nosotros mismos. ¡Cómo vamos a confiar en nosotros mismos si nos dice el Señor que vamos “como corderos en medio de lobos”!
Seguir a Cristo no es fácil, Jesucristo no duda de anunciárselo a sus apóstoles. Nos da unas recomendaciones que es bueno meditar. El apóstol de Jesucristo, el cristiano convencido debe ser prudente y sagaz. Jesucristo nos envía como ovejas en medio de personas opuestas radicalmente a su mensaje. De este evangelio podemos sacar dos enseñanzas. En primer lugar debemos también nosotros, discípulos de Cristo buscar ser hábiles e inteligentes como lo son los hijos de las tinieblas. Ser cristiano no significa ser ingenuo o inconsciente. Al contrario, Jesucristo nos exhorta a estar con los ojos bien abiertos y buscar inteligentemente cómo predicar su evangelio y extender su Reino. En segundo lugar vemos que Cristo no nos deja solos, el Espíritu Santo está siempre con nosotros. Jesús nos ama tanto que quiere lo mejor para nosotros y eso a veces implicará persecuciones, rechazos, sufrimientos… pero al mismo tiempo nos promete la salvación y la victoria final. Vale la pena sufrir y ser rechazado por el nombre de Jesucristo. Si Él ha sufrido tanto por nosotros ¿no es acaso una oportunidad poder sufrir también nosotros un poco por Él? En medio de nuestras dificultades tenemos la certeza de la cercanía de Jesús. Jesús nos invita a ser sagaces para extender su Evangelio, nos predice que vamos a tener persecuciones y dificultades en esta dura tarea, pero nos promete estar siempre a nuestro lado. Éste es el mejor regalo que nos pudiera haber dado, su presencia, su compañía, su cercanía, su consuelo, su aliento, la seguridad de ayuda permanente.

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