Por Omar Árcega E.
Una forma de faltar a este mandamiento es decir cosas contra la Religión, y el blasfemar. Blasfemia es toda expresión insultante contra Dios, la Virgen, los santos o cosas sagradas: ya sea con palabras, gestos, signos, dibujos, etc. Es el absurdo deseo de injuriar o deshonrar el nombre de Dios.
Otros pecados pueden hacerse por debilidad o por sacar algún provecho; por ejemplo, robar. Pero el que dice blasfemias no saca nada. La blasfemia es un pecado que va directamente contra la majestad de Dios. Por eso a Dios le duele tanto y lo castiga con gran rigor. La blasfemia es un pecado diabólico. Si crees en Dios, comprenderás que es un disparate insultarle. Y si no crees, ¿a quién insultas?
Vencer la blasfemia
Lo que pasa es que a veces se dicen blasfemias sin darse cuenta del todo. Por mala costumbre. Entonces lo que hay que hacer es proponerse muy en serio quitarse la mala costumbre, pues aunque la blasfemia que se escapa sin querer no es pecado grave, puede serlo el no poner empeño en corregirse. Y estas faltas son de muy mal ejemplo. Oyéndote blasfemar, empiezan a hacerlo también los que antes no lo hacían: tus hijos, tus compañeros de trabajo, etc. Para corregirte puede ayudarte el ponerte un pequeño castigo. Por ejemplo, estar tantos días sin fumar cuantas blasfemias se te escapen. Si te gusta el tabaco verás qué pronto te corriges. Si no te atreves a tanto, prívate de algún cigarro, haz cualquier otro pequeño sacrificio; pero no dejes la falta sin castigo. Si no fumas, prívate de otra cosa que te guste mucho. Si no se te ocurre otra cosa, podrías dar unas monedas de limosna por cada falta. El ponerse castigos es el mejor medio para corregirse de un defecto. Si en alguna ocasión oyes alguna blasfemia y puedes corregirla, hazlo así. Y si no puedes, di: «Alabado sea Dios». Si lo dices en voz alta, mejor; y sino te atreves, al menos, dilo en voz baja.
Niveles de blasfemia
La blasfemia admite distintos grados. A veces es la reacción instantánea ante la contrariedad, el dolor o la impaciencia: «Si Dios me ama, ¿cómo permite que esto ocurra?», «Si Dios fuera bueno no me dejaría sufrir tanto». Otras veces se blasfema por insensatez: «Ése sabe más que Dios», «A fulano, ya ni Dios lo detiene». Pero también puede ser claramente antirreligiosa e, incluso, proceder del odio a Dios: «Los Evangelios son un mito oriental», «La Misa es un engaño», «Dios es un invento, una fábula». En este último tipo de blasfemia hay, además, un pecado de infidelidad. Cada vez que una expresión blasfema implica negación de una determinada verdad de fe como, por ejemplo, la virginidad de María o la existencia de los ángeles, además del pecado de blasfemia hay un pecado de herejía.
En sí misma, la blasfemia es siempre pecado mortal, porque siempre lleva implícita la intención de inferir a Dios una grave deshonra. Tan sólo cuando carece de suficiente premeditación o consentimiento es venial, como sería el caso de proferirla bajo una pena atroz.
No hay que confundir las blasfemias —palabras injuriosas con las que se insulta a Dios, a la Virgen, etc.— con las palabras feas, que solemos llamar malas palabras o maldiciones. Las palabras malsonantes y soeces son señal de poca educación y no deben decirse; pero no son blasfemias.
Con información de: catholic.net y encuentra.com
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Hace 5 meses
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