jueves, 17 de mayo de 2012

El pecado que más se comete es el pecado de impureza


No hay camino más placentero para alcanzar la condenación eterna. __ El cine y la TV, sus grandes promotores.

La Virgen María se apareció por última vez a la beata Jacina Marto, la más pequeña de los tres videntes de las apariciones de Fátima, tres días antes de que ésta muriera. Después de ello, la niña dijo a su madrina, quien la acompañaba en el hospital, que la Virgen le había comunicado lo siguiente: «Los pecados que llevan más almas al Infierno son los de impureza».

Pero dos siglos antes san Alfonso María de Ligorio, ya fuera por revelación o por simple intuición, había afirmado lo mismo: «A este pecado [el de impureza] deben atribuir su condenación la mayor parte de los réprobos».

Los sueños de don Bosco

A san Juan Bosco se le concedieron sueños proféticos, es decir, de carácter sobrenatural. En 1860 uno de éstos estaba relacionado con el Infierno. Ahí vio a muchos alumnos suyos, envueltos en la condenación. Dice el santo: «Mientras lleno de horror contemplaba el estado de muchos de mis jóvenes, de pronto una idea floreció en mi mente. ‘¿Cómo es posible —dije— que los que se encuentran aquí estén todos condenados? Esos jóvenes, ayer por la noche estaban aún vivos en el Oratorio’. Y el guía me contestó: ‘Todos ésos que ves ahí son los que han muerto a la gracia de Dios y si les sorprendiera la muerte y si continuasen obrando como al presente, se condenarían’».

Don Bosco vio un velo en el cual se veía escrito: «Sexto Mandamiento». Y su guía le explicó lo que aquella visión significaba: «—La falta contra este Mandamiento: he aquí la causa de la ruina eterna de tantos jóvenes. —Pero, ¿no se han confesado?. —Se han confesado, pero las culpas contra la bella virtud las han confesado mal o las han callado de propósito. Por ejemplo: uno, que cometió cuatro o cinco pecados de esta clase, dijo que sólo había faltado dos o tres veces. Hay algunos que cometieron un pecado impuro en la niñez y sintieron siempre vergüenza de confesarlo, o lo confesaron mal o no lo dijeron todo. Otros no tuvieron el dolor o el propósito suficiente. Incluso algunos, en lugar de hacer el examen, estudiaron la manera de engañar al confesor. Y el que muere con tal resolución lo único que consigue es contarse en el número de los réprobos por toda la eternidad».

Antes no había televisión...

Sin embargo, las tres anotaciones anteriores fueron pronunciadas por primera vez cuando no había televisión. Y si bien el cine apareció a finales del siglo XIX, el cine sonoro fue creado en 1922, y sólo hasta 1928 se superó la mayoría de la fallas técnicas que dificultaban su utilización. Así las cosas, las malas publicaciones eran prácticamente el único mass media que fomentaba el pecado contra el sexto Mandamiento. Y hacían tan bien su papel que ya era el pecado más cometido.

No hace falta tener un canal de TV pornográfico

¿Qué habría de decirse entonces de la época contemporánea, con tantas películas y televisión lascivos? Porque hoy no hace falta entrar al cine a ver una película XXX o contratar el canal Playboy de televisión por cable para estar en contacto con toda una promoción del sexo desde la más tierna infancia. Basta ver los anuncios exhibidos durante el horario de la «barra infantil» para corroborarlo.

¿Qué tiene que ver el papel higiénico o la goma de mascar con el erotismo? Nada, ciertamente, pero los publicistas se encargan de hallarle relación. Instituciones como la estadounidense Stanford Graduate School of Business ofrecen consejos para emplear el sexo como arma mercantil, pues ciertos estudios asegurarían que someter a un grupo de varones a estímulos sexuales de carácter visual activaría las áreas del cerebro vinculadas con el sistema de recompensas; aunque a la vez reconoce la misma institución que las temáticas sexuales tienen una reducidísima efectividad en la venta de automóviles.

Estudios recientes han demostrado que, en realidad, el sexo es contraproducente en los anuncios, pues distrae de la marca que se pretende promocionar.

Algo similar viene ocurriendo en el mundo del cine. Hoy casi no hay película sin escenas de sexo o al menos alusiones sexuales. Si bien la trama de una cinta pudiera requerir tocar el tema de la sexualidad, en la inmensa mayoría de las cintas tales escenas son del todo innecesarias pues no tienen ninguna relevancia en la historia, sino que sólo satisfacen la morbosidad de los creadores de la cinta y, si la hubiera, de los espectadores.

Un estudio realizado en 2009 examinó 900 películas filmadas entre 2001 y 2005. Las conclusiones fueron claras: el sexo y la desnudez no influyen positivamente en la popularidad de la película, y tampoco garantizaron una gran recaudación.

La lección es clara: el sexo no vende. Entonces, ¿por qué los productores, directores y publicistas insisten en lo mismo? Es un misterio. Quizá en el fondo lo que más temen es pasar por «mochos», por eso no se atreven a contradecir al mundo.

Y a fin de cuentas esos anuncios, series de TV y películas sólo sirven para sugerir malos pensamientos. Y si bien los pensamientos que nos vienen a la mente contra la pureza, por sí mismos no son pecados, sino tentaciones e incentivos de pecado, se vuelven una real y grave falta cuando se les da consentimiento. Y una vez que se comienza a caer en la lujuria, es difícil escapar de ella.

«Desafortunadamente, muchos jóvenes pierden la fe porque no consiguen ser castos —decía el padre san Pío de Pietrelcina—. La lujuria es el camino más breve y más fácil para ir al infierno, porque quita el gusto de la oración, debilita la fe hasta extinguirla, predispone a todo tipo de pecado, endurece el corazón y, sin una gracia específica, lleva a la impenitencia final». Y advierte santa Faustina Kowalska: «Que sepa el pecador que será torturado por toda la eternidad en aquellos sentidos que utilizó para pecar».

El que tenga oídos, que oiga.

D. R. G. B.

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