sábado, 29 de octubre de 2011

Cómo ser humildes de corazón

Lectura Bíblica: Evangelio según San Lucas 18, 9-14 En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás:

“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y otro publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago es diezmo de todas mis ganancias”.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”.Pues bien, yo les aseguro que éste bajo a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Reflexión Católica
Tenemos dos personajes que bien pueden configurar nuestra manera de actuar, por un lado el fariseo que representa una relación con Dios pero basado en la ley, y por el otro lado el publicano que representa ser de humilde de corazón, para el fariseo la salvación está en el simple cumplimiento de ciertas leyes, cree que con ciertas obras ganará el reino de los cielos. Queridos hermanos nosotros podemos orar todos los días, reunirnos con los hermanos para discernir la palabra, podemos ayunar y diezmar, pero eso no nos da el derecho a la salvación, pongan atención a los que les comparto estas prácticas no nos da “el derecho” a la salvación.
Esto no quiere decir de ninguna manera que esté mal orar, ayunar o diezmar lo que está mal es creernos que somos mejores que los demás solo por cumplir ciertas leyes, cuando cumplimos la ley, o cuando hacemos ciertas obras buenas solo por aparentar o solo por ganarnos un derecho, de nada sirve lo que hemos obrado.
El fariseo toma una posición de arrogancia, orgullo y hasta un poco de soberbia, comienza adoptar la posición de Dios ya que juzga al publicano, el se pone en el trono y a Dios lo pone a un lado, tiene una relación basada en la ley, queridos hermanos para seguir al Señor tenemos que tener una relación con la persona de Cristo y eso significa que primero debo reconocer que soy un pecador como lo hizo el publicano, ser humilde de corazón, todos somos pecadores que por la misericordia de Dios hemos dejado nuestros vicios, nuestros pecados no significa que no podamos volver a caer, por eso debemos dar gracias a Dios que estamos redimidos y siempre ser humildes no criticar ni creernos más que nuestro prójimo, al contrario nuestro deber es ser evangelizadores de Dios llevar la buena noticia a nuestros hermanos para que ellos también experimenten a Cristo Jesús.
La Fe y la buenas obras van de la mano, cuando reconozco que soy un pecador y me arrepiento de corazón y además acepto a Cristo Jesús como mi verdadero Dios y salvador, he sido regenerado en mi espíritu por la gracia de Dios, nueva criatura soy, en consecuencia comienzo una vida de transformación, cambio de manera de pensar, de actuar, soy una persona alegre, feliz porque tengo la gracia de Dios entonces vienen las obras, soy fiel, generoso, puedo ayunar sin que nadie lo sepa, diezmar sin que nadie lo sepa, puedo hacer muchas cosas que le agrade a Dios, pero lo hago por amor a mi Señor, por amor a mí prójimo y siempre con un espíritu de humildad, ser humilde de corazón es lo que le agrada a Dios, las buenas obras son el resultado de una vida salvada y en gracia de Dios.

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