Ahora o nunca. O todo o nada. Es un irresponsable o un ladrón. Salvar al hijo o a la madre. Lo hacemos así o nunca se logrará nada. No hay vuelta de hoja: aceptamos esta propuesta o el fracaso será inevitable.
Continuamente aparecen en los debates dilemas, disyuntivas o dicotomías como las anteriores. En diálogos o en medios de comunicación, frases cortantes como las ejemplificadas, dichas con seguridad, impresionan.
El mensaje parece claro: existen dos alternativas, y sólo una puede ser verdadera (o buena, o las dos cosas a la vez), normalmente la que desea defender quien usa (a veces, abusa) de este modo de hablar.
Quien ofrece afirmaciones así de contundentes, una de dos (dos alternativas, nuevamente): o sabe lo que dice, o manipula.
Pues no: las cosas no son así de sencillas. Porque entre el ahora y el nunca existe (esperamos) el mañana, o el próximo mes, o muchas otras posibilidades. Porque entre el todo y la nada es posible encontrar una fórmula intermedia en muchas situaciones de la vida. Porque uno puede no ser irresponsable ni ladrón, sino simplemente víctima de calumnias, o la crisis económica llevó al desastre la empresa que dirigía. Porque en muchos casos es posible salvar tanto al hijo como a la madre. Y porque las cosas pueden hacerse de más maneras de las que pensamos inicialmente.
Incluso la dicotomía sobre los que hablan así (o saben o manipulan) también es falsa: quizá no piensan bien las cosas antes de decirlas, o repiten lo que han escuchado de otros, o no saben pero tampoco manipulan: simplemente están equivocados, de buena o de mala fe, o… Las alternativas son más numerosas de lo que imaginamos.
El mundo en el que vivimos es complejo. Por eso, en muchos casos la actitud más correcta consiste en reconocer lo que no sabemos y evitar simplificaciones y dicotomías engañosas. Quizá entonces no seamos tan incisivos como parecen serlo quienes pronuncian dicotomías falsas, pero al menos tendremos la mente y el corazón más abiertos a la realidad, evitaremos condenas sumarias contra inocentes, o absoluciones a culpables que saben engañar astutamente con su habilidad manipulatoria.
Entonces, ¿dicotomías sí o dicotomías no? Mejor, para no caer en un nuevo dilema falso, lo mejor es adoptar esa actitud sanamente prudente de quien evita juicios apresurados y sabe investigar, con serenidad, el pasado, el presente, y lo que pueda decirse sobre un futuro lleno de misterios y abierto a posibilidades casi infinitas.
Escrito por Padre Fernando Pascual (Italia) el 10/octubre/2011 en Reflexión
No hay comentarios:
Publicar un comentario