“Jesús dijo entonces: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas”. Lucas 13 18-19
No hay mayores requerimientos, lo que se pide es hacerlo, atreverse, en pocas palabras sembrar. Nuestra humanidad siempre tiende a soñar con grandes cosas, grandes alcances y logros, acá en el continente americano al sueño de prosperar en USA se le llama el “sueño americano”. En su base eso no tiene nada de maldad, solo que no se puede pensar en llegar si no se ha empezado a caminar. Bien dice el refrán “para alcanzar un sueño hay que estar despierto”. De facto el gran error de muchos es despreciar por pequeño, por ínfimo, porque no promete a los ojos de nadie cualquier proyecto, y no han sido pocas las veces que hemos despreciado ideas de Dios disfrazadas de pequeñez. En nuestro haber visual podemos contar con un bebé en Belén, un condenado a la Cruz en Jerusalén, un pancito al que llamamos Hostia en las celebraciones de la Iglesia, en fin... que la mercadotecnia de Dios y el gusto de Dios por engañar a los grandes y expertos no ha cambiado mucho. Puede que esté hablando de ti, mientras lees esto debo recordarte que Dios se ha atrevido a creer en ti, pero tu proyecto no puede depender de nadie para empezar, excepto de ti... “un hombre sembró”... (entiéndase generacional hombre, mujer, joven, anciano, humanidad al fin). Dios lo planeó, Dios sueña igual que tú, y su proyecto en ti y contigo puede y debe llegar más lejos de lo que crees, pero el detonante eres tú, el que se atreve al final eres tú, y el motivo no es otro que hacer tu parte en el Reino de los cielos, donde te haya tocado y con quien te haya tocado. Cuando tengas una visita al mercado pregunta por las semillas de mostaza, y si quieres compra unas cuantas, una de ellas déjala en tu mesa de noche en tu cuarto como recordatorio de la parte que te toca hacer para Dios. Se vale soñar, pero lo nuestro no es suerte, es Dios creyendo en ti, te recuerdo que lo único que se comienza desde arriba es un hoyo.
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