“Abre tu boca en favor del mudo y en defensa de todos los desamparados; abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del desvalido y del pobre”. Proverbios 31,8-9
Hoy, muchos siglos después, vemos que no hay que cambiarle una letra a este pasaje. En todo el libro de los Proverbios se ha venido hablando de conocimiento, del respeto a Dios que se convierte en sabiduría en nuestra vida; de verlo, seguirle y hacerlo realidad en lo cotidiano. Y ciertamente al dejar que Dios, que es el Justo, vaya haciendo de las suyas en nuestro ser, en algún momento del camino tiene que aparecer el hecho de que desde nuestro privilegio tengamos que ser bendición para otros que nos van a necesitar como su voz, su posibilidad de hacer justicia. Y si hace siglos esto ya existía, hoy permanece y se complica igual, pues podrá variar el sistema, capitalista o socialista, derecha o izquierda, cristiano, musulmán o budista, llámese como se llame el partido o el caudillo en turno (ojalá entendieran lo pasajero de su poder), comprobado está que no hay un sistema que se salve de no cometer injusticia. Elige el país que gustes, en cada uno habrá un grupo reclamando justicia y al que se le debe justicia: desde las damas de Blanco en Cuba, hasta las Madres de Plaza Mayo en Argentina, los migrantes en USA etc. Obvio es que no te puedes aliar con cien causas porque no atenderías ninguna como se debe, Dios no juega al gato y al ratón en esto, te ha capacitado para algo, y ha puesto en tu vida y cercanías a las personas por las que quiere que hables, que digas, que intercedas. La gama es total, muy amplia. Revisa la descripción del pasaje: MUDO: aquel al que no se le permite hablar, al que no se le deja hablar. Desde el feto no nacido, hasta la mujer explotada, el trabajador sin garantías, el migrante esclavizado, etc... No hay que ir lejos de tu barrio para encontrar todo esto. DESAMPARADOS: la palabra lo dice todo, están a la intemperie en la vida, nadie responde por ellos y a nadie le interesan. Pero eso sí, se te pide que seas justo, en el análisis final de la persona, no por ser pobre se es justo y no por ser rico se es malo por naturaleza. Hay muchos que reclaman, pero en su reclamo está el paternalismo descarado de querer todo y a la mano, casi que les pongan el pan en la boca para hacer el menor esfuerzo. Es terrible cuando esa clase de personajes se esconden detrás de una causa. Y está el clásico rico que se lava las manos con una buena causa mientras explota a miles con otra causa, según ellos justificada. Al final no tiene que ver la clase social en tu nivel de respuesta a Dios para ser profeta y asistir sabiamente a los que lo necesitan, los grandes hombres y mujeres de Dios que han sido luz y sal para las sociedades de su tiempo no han sido necesariamente de una clase social en particular, lo que les ha pasado es que han tenido un encuentro con el Amor y la Justicia y eso ahora es parte de ellos y de su forma de vivir. No te toca inventar nada, pero si hacerte parte de lo que realmente funcione: por ejemplo, darle un peso al chico de la calle que limpia los parabrisas no es malo, pero es infinitamente mejor apoyar al cien por ciento a una entidad que trabaje con niños de la calle, ya sea con tu tiempo, tu economía y tus conocimientos. Esto para dar una forma eficiente de involucrarte y de hacer la ayuda más integral al final. No esperes una luz divina del cielo y un ángel que se te aparezca diciéndote a que grupo o causa debes atender y ayudar. Descubre en ti tus capacidades y ten la certeza de que Dios ya ha puesto en tu camino a las personas con las que debes aliarte para ayudar a los que han quedado desvalidos y en una pobreza total, de derechos, de educación, de dignidad. La orden está dada, Dios te va ayudar y eso va a terminar de hacer tu vida completa y feliz.
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