“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Marcos 13,31
Si esta frase, o una frase como esta se la escuchamos a cualquiera hoy, pobre o rico, conocido o famoso, lo menos que vamos a pensar es que ya no se encuentra en sus cabales, eso por tratarlo con cariño en el comentario. En retrospectiva nos topamos, dos mil años más tarde, que la frase no era tan ridícula después de todo, pues hay palabras, frases, ejemplos, que salieron de la boca de Jesús y que hoy, dos siglos más adelante, permanecen con vigencia, con peso, y para los que lo seguimos con vida total. Pero aún ahí, nos quedamos cortos, porque no es solo la vigencia de las palabras a través del tiempo lo que aquí se dice, si no hasta donde, y después de qué, es que permanecen. Jesús afirma que después de que todo lo que conocemos como cielo y tierra hayan pasado, sus palabras seguirán ahí, pero eso no solo está en el dicho o en lo dicho, si no en Quien lo dice, su afirmación implica que Él estará al final de todo, y que como un bumeran lanzado desde el principio de la creación se regresará a su autor sobreviviendo no solo por la calidad de las palabras, si no por Aquel que las dijo, y que al final se revela como Aquel que Es La Palabra. O sea, Él que es el principio, y por quién fueron hechas todas las cosas, estará a final, y la misma eternidad estará sometida su Persona. Entonces toca que revises si conoces sus palabras, no de memoria, si no de experiencia. Y que además aterrices qué Palabras de su Boca han salido para ti y por ti, porque frente esas Palabras nos presentaremos al final de todos los tiempos, frente a Él, que NUNCA PASARÁ.
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