lunes, 5 de diciembre de 2011

Silencio, Por Favor


En años recientes, la difusión de equipos de sonido digitales personales ha dado como resultado preocupaciones en cuanto a la pérdida del oído. El diseño de los equipos de sonido y sus audífonos han sido el blanco de quejas y demandas judiciales. Se ha mostrado que la exposición a largo plazo a elevados volúmenes de música causa graves daños al oído. En un sentido, escuchar demasiado puede dar como resultado una incapacidad para escuchar.
Vivimos en un mundo lleno de ruidos diseñados para vender, alegar, seducir, y engañar. En medio de esta cacofonía de sonido, es fácil pasar por alto la única voz que es la que importa.
Elías había escuchado las amenazas de Jezabel y la voz de su propio temor, así que huyó a una cueva para esconderse. En la cueva, se enfrentó al abrumador ruido del viento, de un terremoto y del fuego (1 R. 19:11-12). Después, la cueva quedó en silencio y la voz del Señor – el único sonido que importaba – penetró como “el susurro de una brisa apacible” (v.12).
Si hemos de escuchar a Dios hablándole a nuestro corazón por medio de Su Palabra, necesitamos zafarnos del ruido de la multitud. Sólo cuando aprendemos a estar en silencio podemos realmente entender lo que significa entrar en íntima comunión con el Dios que se preocupa por nosotros.
En nuestro “momento de quietud” hoy, hagamos un esfuerzo por buscar escuchar la voz de Dios.
Reflexión: Para escuchar la voz de Dios, baja el volumen del mundo.

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