“No endurezcáis vuestro corazón” Salmo 95:8
Las compañían farmaceúticas facturan miles de millones de dólares vendiendo medicamentos que evitan el endurecimiento de las arterias, una enfermedad que puede llevar a ataques cardíacos, los cuales matan a miles de personas cada día.
Sin embargo, una enfermedad más grave que el endurecimiento de las arterias, es el endurecimiento del corazón, y ningún medicamento milagroso puede evitarlo. El profeta Zacarías les advirtió a los israelitas acerca de ello. Ellos habían endurecido sus corazones y se negaron a escuchar las palabras del Señor. Los síntomas de esta condición mortal fueron su negativa a ejecutar verdadera justicia y su fracaso en mostrar misericordia y compasión (Zacarías 7:9). Como resultado de ello, el Señor se enfureció y dejó de escucharles (v. 13).
Si bien es importante impedir que se forme una obstrucción en nuestras arterias, aún más importante es impedir que nuestros corazones se vuelvan insensibles a las personas que son importantes para Dios: las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres (v. 10).
Es de importancia crucial seguir las órdenes de nuestro doctor para evitar que nuestras arterias se endurezcan. Pero aún más crucial es obedecer a Dios para evitar que nuestros corazones se endurezcan a las necesidades de los demás.
Pídele a Dios que recuerde a alguna persona que necesite la ayuda de alguien con un corazón tierno.
Amar a Cristo es tener compasión por los demás.
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