jueves, 21 de enero de 2010

El Materialismo y LA CODICIA

El significado de la palabra codiciar:

La palabra codiciar significa simplemente desear con un deseo muy intenso, muy fuerte. La palabra puede ser usada tanto en sentido bueno como malo. En el Nuevo Testamento esta palabra es traducida generalmente al español como avaricia y aquellos que son caracterizados por ella se les llama avaros. La palabra avaricia en el Nuevo Testamento se refiere al deseo de siempre tener más y la persona descrita como un avaro es aquel que siempre está deseando tener lo ajeno. Entonces, en este estudio usaremos las palabras avaro, avaricia y codicia como términos sinónimos.
La codicia se manifiesta cuando el deseo de adquirir o poseer algo nos domina y nos controla. Llegamos a pensar que no podemos estar contentos y felices sin aquello que codiciamos. Pensamos erróneamente, que no podemos estar satisfechos, si no tenemos la cosa deseada. Sentimos que la necesitamos y que no podemos vivir sin ella. Otro síntoma de la codicia es cuando sentimos envidia respecto a aquellos que poseen lo que nosotros deseamos. Nos llenamos de envidia porque otras personas poseen lo que nosotros codiciamos.
Los síntomas de la codicia:

La codicia no es siempre un pecado visible; frecuentemente es un pecado oculto o encubierto. Es un pecado que se esconde detrás de varios pretextos y excusas que parecen ser razonables. En 1 Tes.2:5 el apóstol Pablo dijo: "Nunca usamos de palabras lisonjeras, ni encubrimos avaricia (codicia)".

.- Casi siempre la codicia viene a nosotros "disfrazada". Es decir viene bajo el pretexto de suplir una necesidad. La codicia puede encontrar un motivo para justificarse más fácilmente que cualquier otro pecado. Casi cualquier "necesidad" se convierte en un pretexto para justificar la avaricia. Pero en realidad, muchas personas confunden sus necesidades reales con sus deseos codiciosos. Es por esto que casi nadie piensa que es culpable de este pecado. A menudo podemos ver la codicia en otras personas, pero no la podemos ver en nosotros mismos. Podemos afirmar fuertemente que no creemos que la vida del hombre consiste de las cosas que posee, cuando en realidad eso sea lo que creemos. Entonces, muchos son culpables de sostener esta filosofía de vida sin darse cuenta de ello.

.- La persona codiciosa ha perdido el control de las prioridades correctas en sus pensamientos. A cada rato se encuentra soñando despierta con los ídolos de este mundo, planeando y proyectando sus fantasías.
Sus pensamientos están ocupados con la acumulación de bienes, con las promociones y ascensos, con la prosperidad de sus negocios, su carrera, etc. Estas cosas se convierten en la fuerza estimulante y el motivo principal de su vida.

.-Otro síntoma de la codicia o la avaricia es cuando estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio y a pagar cualquier precio para obtener las cosas codiciadas, pero no estamos dispuestos a sacrificar nada para el Señor. La mayoría de las personas religiosas persigue las cosas terrenales a expensas de su servicio para Dios. Es decir, ponen más importancia en las cosas que desean, que en servir a Dios. Todo su tiempo, su energía y sus esfuerzos están dedicados a las cosas temporales y no a las cosas eternas. Muchas personas llegan a creer que su autoestima, su felicidad, su bienestar y comodidad dependen de la adquisición de más cosas. En este sentido, la codicia puede ser definida como siempre estar deseando más y más de lo que sea. Entonces, la codicia puede ser llamada simplemente el egoísmo o el egocentrismo. Cuando nos vemos obligados o presionados para escoger entre servir a Dios y servirnos a nosotros mismos ¿Cuál de las dos cosas preferimos? La persona codiciosa, igual como el joven rico en Marcos 10, preferirá dejar a Cristo que sus posesiones materiales. Cristo no exige que dejemos nuestras posesiones materiales sino solo que no las amemos, que no las codiciemos y que no pongamos nuestros afectos y corazón en ellas. Debemos preguntarnos cuáles son las cosas que buscamos más: ¿Las cosas mundanas o las celestiales? ¿Cuáles cosas nos atraen más? ¿Cuál de las dos nos produce más tristeza o más dolor: la pérdida temporal o la pérdida de nuestra comunión con Dios? Además, debemos preguntarnos como usamos nuestro tiempo "libre". ¿Lo dedicamos a la búsqueda de cosas personales y temporales, o lo dedicamos a Dios?
Podemos resumir los síntomas de la codicia en los siguientes puntos:

a. Primero, si el amor al dinero, al status o a las posesiones ha llegado a ser la fuerza dominante de nuestras vidas y un factor motivante en nosotros, entonces somos codiciosos.

b. Segundo, si estas cosas (dinero, status y posesiones) son consideradas como esenciales para nuestra felicidad, y son las únicas cosas que nos emocionan y animan nuestra vida, y las consideramos como la única solución a nuestros problemas, entonces somos codiciosos.

c. Tercero, si buscamos mejorar nuestra posición y nuestras posesiones a expensas de nuestro servicio cristiano, entonces somos codiciosos.

d. Cuarto, si los ascensos (promociones) y la auto-realización personal son buscados con el fin de exaltarnos a nosotros mismos e incrementar nuestra autoestima, entonces somos codiciosos.

e. Quinto, si el deseo de las ganancias terrenales se ha apoderado de nuestro corazón, de tal modo que siempre nos hace falta algo nuevo o algo más, entonces somos codiciosos.
La codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial.

Vivimos en un mundo muy materialista, que nos influye constantemente hacia la búsqueda de la riqueza en lugar preocuparnos por descubrir quienes somos como seres humanos. Este camino materialista ha producido un sinfín de sentimientos negativos como la codicia, el egoísmo y el odio. A partir de estos últimos años, las personas comenzaron a preguntarse cómo pueden aprender a manejar sus sentimientos y emociones.

En lugar de ir detrás del éxito de cosas materiales, debemos buscar el éxito personal, aunque tengamos que recorrer un camino largo y desconocido para muchos. Se necesita algo más que dinero para sentirnos felices interiormente. La plata no compra la felicidad, debemos practicar el desarrollo personal, para despertar nuestra mente global que nos eleve emocionalmente.

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