La vanidad se define como un tipo de arrogancia, engreimiento, una percepción exagerada de la soberbia. La Vanidad es un orgullo excesivo, o sentimiento de superioridad.
Algunas veces hemos visto en los demás un comportamiento que hemos tachado de vanidoso. Hemos visto en ellas una excesiva confianza y una creencia aparente de tener una capacidad propia y una atracción muy por encima de otras personas y cosas. La vanidad es el orgullo basado en cosas vanas. Se caracteriza por comportamientos como la arrogancia, el envanecimiento (no hay nada detrás, mucha apariencia) y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos: su vanidad es mayor que su inteligencia, se dice con frecuencia. es más los individuos vanidosos son a veces menos inteligentes. Son personas que se vanaglorian de lo que hacen, de lo que son, de la imagen que dan; manifiestan con frecuencia engreimiento, petulancia, pedanteria. Las personas vanidosas por lo general lo que intentan es engrandecerse ellas mismas para poder tranquilizar esa inseguridad que es simplemente la confirmación de que no hay nada de cierto en esa publicidad gratuita que lanzan constantemente proclamando sus virtudes.
Al respecto se dice, que la vanidad es la excesiva confianza y creencia de la propia capacidad y atracción muy por encima de otras personas y cosas.
Se nos agrega, que cosa vana es todo aquello que se tiene por valioso pero que en realidad desvía de lo que en verdad vale. Lo vano nos apega a una falsa imagen del hombre, medido por sus riquezas, fama y poder mundano. Lo vano carece de solidez en relación a la vida eterna.
La vanidad lleva a creerse algo distinto a lo que uno realmente es. El vanidoso piensa que hace maravillas y se siente herido si los demás no lo valoran. El hechizo de la vanidad los problematiza y sufren tremendamente.
Hay una vanidad de ostentación hacia los demás, pero también hay una vanidad de ostentación hacia uno mismo. La cuestión es que estamos dispuestos a pagar para aumentar la propia vanidad: pagar en forma de trabajo, o pagar dinero.
Los expertos saben, por ejemplo, que las mercancías lujosas no pueden ser baratas. Joyas, perfumes, servicios sofisticados son valorados si son caros. No por disminuir su precio aumentará su demanda, al contrario. Este tipo de mercancías son ejemplos claros de la gestión de la vanidad, en este caso del primer tipo de vanidad, la vanidad como ostentación hacia los demás. Ostentación que no es más que un símbolo de riqueza para provocar el reconocimiento de los demás.
Pero hay un segundo tipo de vanidad: la ostentación hacia uno mismo. Sería lo que Maslow llama la autorrealización; consiste en el incremento de la satisfacción con uno mismo, de las propias habilidades y saberes. Generalmente esta vanidad se realiza por vía del trabajo, a que se te reconozca tu contribución. La vanidad puede movilizar grandes energías.
En la caracterización de los mecanismos de la vanidad, hay una regla universal: hay poca disposición a reconocer (pagar) las ideas de los demás, y en cambio se puede estar dispuesto a pagar mucho para alcanzar el reconocimiento (la difusión o publicación) de las propias ideas.
La vanidad como hemos dicho es un afán excesivo de ser admirado. Forma parte de las personas que se creen con derecho por sus cualidades, por su posición, por su prestigio a la admiración y al acatamiento de los demás, y lo muestran en sus actitudes y palabras. Y hay personas expertas en manejar también la vanidad de los demás (o al menos a intentarlo). Se dice: Si halagas su vanidad conseguirás de él lo que quieras.
Es el talón de Aquiles a través del cual pueden obtenerse, de forma injusta, buenas prebendas de personajes que toman decisiones en nuestras vidas (en el ámbito laboral es muy común con el/la jefe/a) . Existen verdaderos artistas que manejan la vanidad del otro con suma maestría .
Y hemos de decir que nada embriaga tanto como los elogios. Uno está dispuesto a creer a pies juntillas, sin sombra de duda, en el alto coeficiente mental o lo interesante que son sus opiniones para sus subordinados. El poder, la gloria y los honores son de naturaleza narcótica y adictiva. Las adulaciones tienen la extraña capacidad de embotar la inteligencia, y son algunos de los graves peligros, no contabilizados, que acechan a las personas que tienen responsabilidades y a la sociedad en su conjunto.
La sociedad vanidosa, arrogante y egocéntrica
Si en alguna época la vanidad ha pasado de ser un defecto o un pecado a ser casi considerada como una virtud, esta es la época actual. Se admira al que hace ostentación de su éxito o su dinero. En el fondo se trata más de una mezcla de admiración y envidia, ya que quien lo admira, lo que en realidad pretende y ansía es ser como él.
Actualmente, muchos andan más preocupados por la imagen que trasmiten que por lo que son realmente. Esta ausencia de valores propios incide en una sociedad cada vez más egocéntrica y menos preocupada por el bien común. Hoy se valoran más las etiquetas que las formas o el contenido, las exhibiciones económicas o cualquier medio, por patético o ridículo que sea, con tal de alcanzar notoriedad. En esta extraña lucha de egos no tiene demasiada importancia el “ser”, sino el “parecer”.
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Hace 5 meses
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