martes, 24 de febrero de 2015

Cristo: El Gran Desconocido...

Despues de leer el árticulo que sigue a este comentario, me viene a la memoria un hecho histórico protagonizado por el Emperador Napoleón y un general. Ambos, acompañados de su plana mayor en los Campos Eliseos, se encontraban presidiendo el desfile de la victoria. El general le dijo a Napoleón: "Emperador , ¿qué sucedería si todos estos soldados armados, que le están rindiendo honores, se volviesen locos y dirigiesen sus armas contra esta tribuna, matándonos a todos?" Contestó Napoleon: "Eso no sucederá porque ahora es cuando están locos. El problema sería que se volviesen cuerdos".
Y es que la locura y el esnobismo en el que estamos inmersos en la sociedad actual, da lugar a que existan quienes busquen causar el mayor escándalo posible, haciendo el “más dificil todavía” en el cotidiano transcurrir del tiempo. Cualquier asunto (religioso, político, moral, de derechos humanos, libertades inherentes a las personas, etc) tiene que ser llevado a la página de lo escandoloso, para que no se aburra el personal.

No es menos cierto que los que proclamamos nuestra fe cristiana no estamos de acuerdo con tanto disparate disfrazado de modernismo o libertad/libertinaje: Aborto, relaciones sexuales prácticamente en la infancia/adolescencia, la eutanasía y correlativas de la degradación de la persona.

Pero también es cierto que muchas veces sólo sabemos hablar y no hacer nada. Pongamos un ejemplo: Un buen y santo sacerdote, en mangas de camisa y con una minúscula cruz en la solapa, al preguntarle: "¿Es usted sacerdote?", responde: "¿Cómo lo sabe usted?". Se le contesta: "Por la cruz que lleva en la solapa". "¡Ah por la chivata!", responde nuevamente el clérigo.

Esto pudiese parecer anecdótico, pero cada una de las anécdotas que protagonizan los responsables de poner las cosas en su sitio sin hacerlo (a veces sin intención) contribuyen a la liturgia de la confusión ante los atónitos ojos de los cristianos. Y es aquí donde me pregunto: "¿Es que somos algo cobardes?" Y pienso: Se empieza por quitarse el traje talar para que, debido a los tiempos que corren, no se metan con nosotros y nos insulten (con lo cual se deja de de dar testimonio de Cristo y del ministerio que poseen, pretendiendo que sean los demás los que lo hagan). “La chivata” (sin pretender ofender al Señor, sino para que se sonroje de vergüenza quien lo ha dicho y se de cuenta de lo horrible que suena) no interesa porque no anda con los tiempos. Además, nuestros parroquianos se asustan de tanta sangre y sufrimiento. En determinadas Iglesias se celebra la Santa Misa sin su presencia (La de la Santa Cruz) sobre el altar (cuando es Cristo, único y verdadero sacerdote según el rito de Melquisedec, el que oficia esa Santa Misa, alegando que la cruz esta “allá al fondo” o “la tenemos en la pared que esta detrás”).

Otra historia: Una monja de clausura tiene que asistir a la consulta médica de un hospital y acude con su hábito de clausura (el antiguo hábito de las monjas) y allí en la consulta es increpada por una mujer, dicíendole que "sino le daba vergüenza, en los tiempos que estamos, llevar ese traje". Ella le respondió: "¿Por qué habría de darme vergüenza el ir vestida con pudor de mujer, viéndola prácticamente desnuda a usted y no haberle dicho nada?". Eso y no otra cosa es creer en Cristo; vivir en Cristo y enteder a Cristo. Simplemente con ese testimónio.
Tampoco es menos cierto que hay quienes leen los libros sagrados hasta saberlos de memoria. Y yo me pregunto: ¿Significa eso que conocemos a Cristo y la palabra de su Padre que el predicó? En mi opinión, una cosa es conocimiento y otra creencia. Por la primera algunos hombres de Dios pueden decirle a los Cristianos que no acumulen riquezas, mientras ellos no tienen inconveniente en poseer dinero y propiedades legítimas al ser personas de procedencia rica y herederos de bienes materiales. Y es que la palabra de Dios hay que entenderla. La entiende quien renuncia a su opinión y acepta la palabra y la cumple, incluido el que legítimamente hereda y posee dinero desde la condición de hombre de Dios. No se puede ser hombre de Dios y hombre de los bienes materiales acumulados en exceso.

Hemos de estar siempre orientados hacia el Señor. Él nos indicará, por medio del viador, los caminos por lo que tenemos que andar y lo demás se nos dará por añadido.

Solamente la labor evangelizadora se comprenderá y dará los frutos deseados, desde la perspectiva de que quien nos escucha. Cuando hablamos de la palabra de Dios, los oyentes deben tener la convicción de que, el que la pronuncia, cree firmente en ella. Por el contrario ¿Quién va a creer en lo que dice quien no cree? Los que creen con verdadera fe en la palabra de Dios ¡hay que ver como suena esta palabra cuando la pronuncian!. Pero, cuando sucede al contrario, lo que se dice “es Babel”: No hay quien lo entienda porque se está muy lejos de Dios y de su palabra.

Parece que es nuestro destino el que tengan que ser personas que se declaran no cristianos y la fría ciencia, la que nos diga que lo que tenemos delante de nosotros en nuestra religión es cierto, porque nosotros no lo cremos.

A partir de la fecha daremos testimonio, que no ostentación, acudiendo a todas partes con la cruz colgada al cuello. Entendemos que eso es “menos a hablar y más actuar”.

Por eso decimos y seguiremos diciendo: Cristo ese gran desconocido... Ya lo fue cuando predicaba y sus discipulos no lo entrendían, hasta el punto que tuvo que mandar en Pentecostés al Espiritu Santo para que comprendiera todo lo que habían visto y oido, y lo predicaran a los que no habían tenido esa suerte. Y, a día de hoy, parece que son muchos los que siguen sin entender (que no sin conocer) su Palabra.

ÁRTICULO AL QUE SE HACE REFERENCIA ANTERIORMENTE.

DE UNAMUNO A TIERNO GALVÁN HAN JUSTIFICADO LA PRESENCIA DE LA CRUZ

En defensa del crucifijo

Como a estas alturas ya saben el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo ha declarado que la presencia de los crucifijos en las aulas es "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y de la libertad de religión de los alumnos".

La sentencia responde al recurso presentado por Soile Lautsi, una ciudadana italiana de origen finlandés, que en 2002 había pedido al instituto estatal italiano en el que estudiaban sus dos hijos que quitara los crucifijos de las clases. La corte europea de los derechos del hombre ha declarado la costumbre italiana de exponer un crucifijo en las aulas de las escuelas públicas como una violación de los derechos fundamentales. El Ejecutivo italiano ya ha anunciado que recurrirá la sentencia. Por todo ello no está de más recordar algunos de los argumentos sobre la presencia del crucifijo en las escuelas de personas poco o nada sospechosas de confesionalidad.
Lo dejó por escrito Miguel de Unamuno en los años treinta cuando se planteó por decreto lo mismo en plena República: "La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa".

En el año 2006 el Consejo de Estado italiano ya se pronunció sobre esta misma cuestión asegurando que su presencia en las aulas no era contraria a la laicidad y apelando además a su raíz y significado civil: "en Italia, el crucifijo es apto para expresar –en clave simbólica, desde luego, pero de modo adecuado– el origen religioso de los valores de tolerancia, respeto mutuo, estima por la persona y afirmación de sus derechos y su libertad, autonomía de la conciencia moral ante la autoridad, solidaridad humana, rechazo de toda discriminación; valores característicos de la civilización italiana".

Siempre que se habla de este asunto me acuerdo del impactante artículo que redactó la escritora italiana Natalia Ginzburg en el diario L´Unitá, órgano oficial del partido comunista italiano, en 1988: “El crucifijo no genera ninguna discriminación. No habla. Es la imagen de la revolución cristiana que ha difundido por el mundo la idea de igualdad entre los hombres, hasta entonces desconocida. La revolución cristiana ha cambiado el mundo. ¿Queremos tal vez negar que ha cambiado el mundo? Para los no católicos, el crucifijo puede ser simplemente la imagen de uno que ha sido vendido, traicionado, torturado y muerto en la cruz por amor de Dios y del prójimo. Quien es ateo cancela la idea de Dios, pero conserva la idea del prójimo. Cristo representa a todos porque nadie había dicho nunca que todos los hombres son iguales y todos hermanos”.

Sólo la obsesión laicista y el odio a todo lo que tenga que ver con lo trascendente pueden explicar esta fiebre para descolgar de la sociedad actual cualquier símbolo religioso que se precie. Buen momento para recordar las palabras del también agnóstico y socialista español, profesor Tierno Galván, quien respondía así a los que le criticaban por no quitar el crucifijo de su despacho de alcalde de Madrid en su toma de posesión: "Claro que no lo pienso quitar –aseguraba el viejo profesor- porque este crucifijo es el símbolo más universal del amor y la misericordia sin límites, que es mucho más aún que la mera tolerancia". Conste que ninguno de los argumentos empleados en este artículo para defender la presencia de los crucifijos en las escuelas proviene de personas e instituciones puramente católicas. Todo muy aconfesional y muy laico. Eso sí, políticamente incorrecto.
http://www.reflexionescatolicas.com/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&artid=189

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