miércoles, 25 de febrero de 2015

Frases - San Alfonso María de Ligorio



“ María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar ”

“ Es, pues, por la oración por la que todos los santos no sólo se han salvado, si no que han llegado a ser santos. Los condenados se han condenado por no haber orado; si hubieran orado no se hubieran condenado. ”
“Alfonso deja el mundo y entrégate a Mí”.



Concluida su labor y al bajar las escaleras, percibió de nuevo el mismo fenómeno y la misma voz.



Siendo Obispo, en una de sus visitas al templo a donde acudía a venerar a la Virgen (cuando su tiempo le permitía), le dice a su criado Alejo:



“Ella me hizo abandonar el mundo. Cuando seglar me concedió Ella luz y energía para retirarme del mundo y abrazar el estado eclesiástico”.



San Alfonso María de Ligorio cuando predicaba a María lo hacía con mucho fervor y encendido afecto. La presentaba de la siguiente forma:



“Hijos míos, aquí tenéis a María mirad a vuestra madre. Viene a dispensaros su gracia; pedídselas, que solo ansía repartirlas”.



Acostumbraba a poner el nombre de María al principio de sus cartas y besaba tiernamente su nombre cuando lo encontraba escrito en sus libros:

“¡Oh incomparable Reina! ¡Oh mi tierna Madre!, -exclamaba-, yo os amo; y por esto amo también vuestro nombre”.



Veinticinco años después cuando publica su “Disertación sobre la Inmaculada”, reconocerá en María:



“La mano misericordiosa y omnipotente que me arrancó del mundo”.



Desde 1734 en Villa Liberi empezó a escribir y recopilar en honor de “María”, uno de los libros más famosos que se conoce, tanto por el gran número de ediciones que se han hecho en todos los idiomas, como por su extraordinario y magistral contenido: LAS GLORIAS DE MARÍA. Esta obra apareció por primera vez, (después de dieciséis años de arduo trabajo) a comienzos de octubre de 1750.

En su testamento de bienes que le correspondían, por su mayorazgo, y por las rentas que su padre le había asignado, dejó consignado lo siguiente:



“Declaro, por mi heredera universal a María Santísima, Madre de Dios y Madre mía, y por Ella a la Congregación del Santísimo Salvador [8]”.



Entre las estampas que adornaban su cuarto para fomentar su devoción, había una con esta inscripción: Spes nostra salve, “DIOS TE SALVE, ESPERANZA NUESTRA”. En su dorso escribió:



“Pobres de nosotros si no tuviéramos a esta poderosa intercesora que nos ha de alcanzar el paraíso”.



Siendo Obispo, informando a la Santa Sede sobre su labor pastoral, en una de sus partes escribió:



“Desde el comienzo de mi Pontificado, todos los párrocos y por todas partes fomentan en las misas mañaneras el ejercicio de la oración mental y el culto a la Santísima Virgen, esto sobre todo, los sábados, a cuyo intento, algún sacerdote y doctor, por mí elegido predica el sermón de la Madre de Dios y para acrecer en los fieles la devoción hacia Ella”.



En el año 1775 el Papa acepta la renuncia del Santo como Obispo, había gobernado la Diócesis durante trece años. En Ariezo les deja a las religiosas de la Annunziata el cuadrito de la Virgen del Buen Consejo que había presidido su mesa de trabajo, con esta dedicatoria:



“Al marchar les dejo mi Madre (la mamá mía) y les ruego encomienden mi tránsito a la otra vida, que ya está cercano. Les pido que todos los sábados digan en comunidad una Salve por mi dichosa muerte, y cuando tengan noticia del suceso, les ruego me apliquen una comunión y, por tres días las letanías de la Santísima Virgen”.



Ya retirado, aconsejaba a los jóvenes religiosos y novicios:



“Obediencia a los superiores, franqueza de corazón con el maestro y amor a María, os pondrán a seguro. La Virgen es Madre de la perseverancia. De joven yo también pasé mis ratos amargos, pero la Virgen me mostró la senda; a Ella se lo debo todo, su mano me ha sostenido hasta la hora presente”.



Siendo ya muy anciano, por las noches preguntaba a los que lo cuidaban:



“¿Ya rezamos hoy el Santo Rosario? Perdonadme mi insistencia, pero es que del Rosario depende mi santificación y mi eterna salvación”.



Los últimos instantes de su vida el P. Buonapane que lo asistió, declaró:



“A eso de la una, después del Avemaría, tomé el cuadrito de la Virgen de la Esperanza y le dije: Monseñor, aquí tiene la imagen de la Virgen, le quiere ayudar en este trance, reanime la confianza en Ella y encomiéndese de corazón. Vuestra Señora, en vida, ha propagado sus glorias y Ella le socorrerá ahora en el punto de la muerte. -A cuyas palabras-, el siervo de Dios, ya agonizante y sin habla, abrió los ojos y los paseó por la celda y fijolos luego en la imagen, se le inflamó el rostro extraordinariamente, y sus labios, antes exangües y lívidos, se enrojecieron y se transfiguraba su semblante con placentera sonrisa”.



Al toque del Angelus, San Alfonso expiró el 1ro de agosto de 1787. Fue beatificado por Papa Pío VII el 10 de diciembre de 1816. El Papa Gregorio VII lo canonizó en 1839. El 26 de abril de 1950 fue nombrado por el Papa Pío XII, Patrono de los Confesores y Moralistas.

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